Gordon E. Johnson

RETOS DESDE LA CRUZ

GÁLATAS –LA EPÍST0LA DE LA CRUZ Y EL ESPÍRITU SANTO

¿Murió en vano Jesús?  ¿Salvación por obras o por fe?

Gálatas 3: 1-14

Dr. G. Ernesto Johnson

Rio Grande Bible Institute

Introducción

Pablo vuelve al afán original que tenía para con los gálatas, sus hijos en la fe.  El afán espiritual que dio principio a esta carta fue el posible regreso de las gálatas a la ley de Moisés bajo la presión de los judaizantes que venían predicando a Cristo pero agregando más, el guardar de aspectos de la ley.  En aquel entonces era la cuestión de la circuncisión y el error que les faltaba algo esencial en el evangélico según Pablo. Claro estos judaizantes tenían su propia agenda aparte. Pablo siempre es listo a ver la trampa de su agenda y el grave peligro que infiere el error que la obra de Cristo falta en algo. Se echa a responder con honda emoción, sorpresa y cariño.

Repaso de los dos primeros capítulos de la epístola a los Gálatas

Las divisiones principales de Gálatas son: capítulos 1 y 2,  la autenticidad del apostolado de Pablo, sección biográfica; capítulos 3 y 4, la superioridad final de la promesa frente a la ley, sección teológica; capítulos 5 y 6 la aplicación práctica de la Cruz y el Espíritu, sección exhortatoria.

Pablo empieza la epístola con una breve introducción marcando la importancia del "cual  se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre" (1:4). Enfoca el valor y el propósito de la Cruz. Ya que los judaizantes quieren socavar la autoridad apostólica de Pablo, él dedica los primeros dos capítulos a fin de establecer las bases firmes de su evangelio. Su táctica de ellos fue, si no pueden acabar con el mensaje, acábese con el mensajero.

Pablo establece el derecho de su mensaje por declarar "cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia (1:15). La media vuelta del fariseo a predicador debe haber establecido lo genuino de su transformación; luego no pudo haber recibido el evangelio de Pedro porque permaneció con él no más de quince días (1:18).  Además en el gran Concilio de Jerusalén (Hechos 15) no le agregaron nada a su mensaje ni a su ministerio (2-1-10). Finalmente en su choque con Pedro, Pablo señaló el  error de los judaizantes, el de hacer una diferencia entre judíos en Cristo y los gentiles en Cristo. Al reprender a Pedro, Pablo explicó lo que estaba en peligro: la gracia de Dios y la unidad de los creyentes y el poder transformador de la Cruz en la vida del creyente. (2:12- 21).

La Ley mosaica frente a la gracia y la promesa de Dios a Abraham  Gálatas 3: 1-14

La sorpresa y el pasmo de Pablo ante la situación crítica  Gálatas 3:1-5

 

Al final de esa sección preciosa de nuestra identificación con Cristo en muerte al pecado y ahora vivos para Dios en Cristo Jesús (Gál. 2:20,21), Pablo supone que "si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo" ( 2:21).  Semejante pensamiento no puede ser posible. Pero es precisamente a lo que los judaizantes conducían a los gálatas. Por eso exclama Pablo sorprendido y angustiado: "¡Oh, gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado" (3:1). Muy interesante es el verbo «fascinar,» la costumbre supersticiosa del mal de ojo. Les imponían un encantamiento de tal manera que quedaron confusos y embrujados. No puede ser por la mera ignorancia de los gálatas, porque Cristo había sido anunciado por medio de carteles oficiales anunciando el triunfo de la Cruz. Debe haber otra influencia más maligna.

Por medio de cuatro preguntas retóricas muy pertinentes, Pablo expresa su asombro y agonía espiritual. En rápido orden vienen: "¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? Aquel, pues que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?" (3: 2-5).

Van por el rumbo opuesto a todo lo que han recibido-el Espíritu y las manifestaciones de él; pero ahora regresan por la carne, perdiendo lo ganado a pesar de sus sufrimientos por Cristo.  Nótese el agudo contraste con las obras de la ley contra el oír con fe. Pablo les presenta la locura completa de abandonar lo que les trajo todo lo que tienen; en cambio nada se les devuelve sino volver a la carne.  Por eso los llama necios, insensatos, embrujados espiritualmente. 

Establece Pablo la total incompatibilidad de la fe y el Espíritu con los reglamentos viejos de la ley.  En el Espíritu se gozan de la libertad, el perdón, la justificación por la gracia de Dios y la unión con el Crucificado. Eso es muchísimo que perder. Ahora entendemos su primera reacción fuerte: "Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente" (Gál.1:6).

Pablo los devuelve a la bendición del Pacto Abrahámico  Gálatas 3:6-9.

Pablo vuelve a las verdades del Antiguo Testamento el cual los judaizantes deberían haber reconocido como la última autoridad. Pablo, muy conocedor de las Escrituras, argumenta en base de lo inspirado. Abraham, llamado desde más allá del río Éufrates de una familia idólatra (Josué 24. 2), obedeció a la orden de salir con la plena bendición de un pacto incondicional de parte de Dios. Abraham centenares de años antes del dar de la ley  "creyó a Jehová y le fue contado por justicia" (Gen.15:6). Toda la prometida  bendición hacia todas las naciones (3: 8) empezó con un sólo el oír con fe. ¿Cómo les puede ofrecer algo mejor el judaizante?

Pablo se percata de la estrecha relación de Abraham con el pueblo de Dios. En base de esta relación afirma que somos hijos de Abraham y por ende hijos de la fe. Entramos en las plenas bendiciones del pacto que Jehová le dio en gracia sólo en base del oír con fe.

Pablo les recuerda que el Pacto mosaico trae consecuencias fatales  Gál. 3: 10-12

Pablo hace frente a la realidad con los gálatas si persisten en ponerse bajo la ley. Armado de las citas del Antiguo Testamento, Pablo revela lo que realmente han escogido si siguen a esos falsos maestros. "Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la Ley para hacerlas" (3:10; Deut. 27:26). Vivir bajo la maldición no es opción para nadie porque quién jamás haya cumplido con toda la ley todas las veces frente a toda tentación.  Además Habacuc dice lo contrario abriéndonos un camino totalmente diferente: "Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: el justo por la fe vivirá" (3:11; Hab. 2:4).

Si los gálatas valorizan su salvación, su justificación ante Dios, tienen que darse cuenta de que no les queda ninguna opción de mezclar la fe con las obras.  La ley los condena, no los salva. Cristo basta; agregar algo a su obra perfecta es sustraer fatalmente la eficacia de ella. No se puede tener las dos cosas tan diametralmente opuestas. No se puede escoger y agregar como le dé la gana. Su vacilación es seria y tendrá consecuencias imprevistas y nefandas.

Pablo vuelve al tema de la cruz y promete las consecuencias benéficas  Gál. 3:13-14

La maravilla de la Cruz emerge en toda su gloria. "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madera [Deu. 21:23]) para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu" (3:13.14). Aquí está la esencia del evangelio. Cristo tomó sobre sí la maldición de la ley que era la nuestra por causa de los pecados nuestros. Habiendo satisfecho totalmente a su padre, el juez justo, Cristo nos compró del mercado de los esclavos y pagó el precio con su preciosa sangre. Libres de la ley y su furor, descansamos en nuestro Redentor. "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en El" (2 Cor. 5:21). Absolutamente nada nos falta. ¿Quién puede agregar algo a esa obra consumada en la Cruz cuando dijo:"¡Consumado es!" (Juan 19:30).

¿Cuál es la importancia de este tema ahora  -- las obras versus la fe?

Se pudiera decir: ¿Qué tiene que ver todo esto hoy en día? Lo de la circuncisión no nos disturba. Los judaizantes ya no nos perturban. ¿Es esto un punto doctrinal muy arcaico?  De ninguna manera. Algunos términos se cambian, pero tras la superficie es un tema candente hoy en día.

El corazón humano motivado por su auto-importancia y su orgullo desea siempre participar en merecer algo; le da importancia aun ante Dios.  Hay una tremenda satisfacción al decir: ya lo logré por mi puro esfuerzo.  Pero ante un Dios santo y perfecto a quien todos tenemos que dar cuenta algún día, sabemos muy bien que no podemos parar nunca en su presencia. "Porque todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" (Rom. 3:23).  Este mismo verso solo descalifica al mejor si fuese tal. Dios dice que todos pecamos (aoristo/tiempo pasado). Eso quiere decir que en Adán, nuestro primer padre, la naturaleza humana pecó de una vez; se extravió de tal manera que nacimos con ese rumbo errante. Además estamos (tiempo presente) destituidos, en bancarrota ante Dios. Tanto nuestro ser además de nuestros actos nos condenan.  Nada nos puede calificar para ofrecer nada a Dios.

Sabiendo todo esto, Dios propuso una redención que dependería cien por ciento de sí  y de la obra de su Hijo (Juan 14:6). Sólo ellos dos en uno pudieran remediar el mal de hombre. Por lo tanto ideó un plan en que Dios mismo tomaría la iniciativa y proveería en base del oír con fe un regalo del perdón y restauración.  Para que el hombre sintiera su necesitad, siendo ciego y orgulloso, Dios tuvo que dar realce al pecado del hombre. Por eso mandó la ley de Moisés para hacer resaltar nuestro mal y llevarnos en nuestra depravación a acercarnos a él por el oír con fe. Será el tema del próximo estudio (Gál. 3:15-29).

Pero hoy día ¿cómo se nos presenta este problema?  El ser humano religioso quiere hacer su parte para al fin de cuentas participar en las recompensas. Pero Dios NO comparte su gloria con ninguno (Isa. 48:11). Nos acercamos a Dios bajo sus condiciones o no nos acercarnos a él no ofreciéndole nada nunca. "Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo" (Tito 3:5). Además el orgullo de presumir que podemos hacer algo revela la ceguera del corazón duro. Recibir el don de Dios requiere el arrepentimiento y el oír con fe (3: 2.5).

Otra fase de este problema es que tantos dependen de su religión, su iglesia, sea la Católica, la Ortodoxa, la Protestante, pensando que el bautismo, la confirmación, la misa, los rituales de la iglesia serán el medio o la garantía suya de ser aceptos de parte de Dios. ¡Grande y horrorosa será la desilusión de tales en aquel día!

Aun entre nosotros los evangélicos hay el error sutil pero pernicioso de que si buscamos el don de hablar en lenguas, o logramos obtener el don de la profecía, o ser ordenado como apóstol o profeta, de esa manera llegamos a ser más espirituales. Y aun para los fieles si servimos tantos años, o logramos tener muchos seguidores, o llegamos a ser pastor de una mega-iglesia, ya hemos logrado mucho. De hecho tenemos que dejar la idea errónea que con esos «logros»  nuestro ministerio y mensaje son exitosos y realmente glorifican a Dios. Toda meta de tal estilo no vale nada ante Dios. Nuestro mensaje es Cristo y sólo Cristo. Todo es por la pura gracia de Dios en la Cruz; Pablo llamaría a todo aquello descrito arriba como "otro evangelio". El peligro de los gálatas está todavía con nosotros hoy y nos urge tomarlo muy a pecho el mensaje de esta epístola. Que nos ayude Dios.

Verdades poderosas por tomar en cuenta

  1. Debemos estar sobre aviso porque en el momento menos pensado podemos ser embrujados por el enemigo y la enseñanza falsa. El único remedio es apegarnos a las Escrituras y la obra de la Cruz.
  2. A toda costa defendemos la gracia de Dios. Es la piedra de toque del evangelio.
  3. El legalismo en cualquier forma va en contra de la gracia de Dios entendida bíblicamente. El legalismo exalta lo logrado humanamente. Lo que apela al orgullo humano es fatal. La gracia resulta en la verdadera gloria de Dios y nuestra libertad santa.
  4. El oír con fe expresa precisamente el papel nuestro ante la gracia de Dios. Nos trae el poder transformador de la Cruz. Resulta en la gloria del Dios trino.
  5. Con razón Pablo ha sido llamado el Apóstol de la Cruz en todos los aspectos de la gama de la salvación.

Dr. G. Ernesto Johnson

Rio Grande Bible Institute

Edinburg, TX 78539

gejohnson@juno com.  Invito correspondencia por e mail.

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