Gordon E. Johnson

RETOS DESDE LA CRUZ

GÁLATAS –LA EPÍST0LA DE LA CRUZ Y EL ESPÍRITU SANTO

Lo incompatible de estar en Cristo libre y a la vez esclavo bajo la ley

Gálatas 4:1- 5:1

Dr. G. Ernesto Johnson

Río Grande Bible Institute

Introducción

Pablo sin interrupción alguna continúa el tema de Gálatas 3. Ha introducido en 3:24 la ley como “el «ayo» para llevarnos a Cristo a fin de que fuésemos justificados por Cristo”; es la analogía del menor, quien es el heredero futuro pero por un tiempo queda bajo tutores y curadores (3:2). La ilustración del «ayo» es de un esclavo de cierto rango que tiene el deber de vigilar y criar al futuro heredero hasta que pueda heredar lo suyo. Pablo recuerda como él y los judíos estaban en semejante posición, como niños, pero en nada diferían del esclavo y el menor hasta el tiempo señalado por el padre—un paralelo exacto de la ley frente a la promesa dada a Abraham.

“Pero en el cumplimiento del tiempo Dios envió a su Hijo” Gálatas 4: 4-7

Pablo ya está a punto de explicar cómo y cuándo llegó la liberación de la ley y la entrada en la libertad de los plenos herederos en Cristo, tanto los judíos como los gentiles. Otras versiones dan la idea de “en la plenitud de los tiempos”, es decir, en el preciso momento más ventajoso históricamente, Dios introdujo a su Hijo. La historia del mundo de la antigüedad da fuerte evidencia de aquello. Ni antes ni después hubo un tiempo más propicio para la expansión del evangelio: hubo la «pax» romana, la protección del poderoso ejército romano, un mundo ordenado y tranquilo y accesible; hubo caminos y circulación como nunca antes ni después, una cultura grecorromana que permitía la difusión del evangelio sin barreras del idioma y prejuicios culturales. Pablo mismo fue el emisario perfecto para tal apostolado: judío, educado a los pies de Gamaliel, ciudadano de Roma, versado en la filosofía griega y transformado por el poder del evangelio para ser apóstol a los gentiles.

Pero más al punto “pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” Si jamás vemos la mano de Dios al momento oportuno sería en esta disyuntiva. Cristo fue así identificado con la simiente de la mujer (Gen. 3:15; Isaías 7:14) bajo la jurisdicción de la ley con el fin de redimir a aquellos bajo la ley a fin de recibiésemos la adopción de hijos. Nótense los verbos los que estaban—los judíos-- para que recibiésemos – los judíos y los gentiles en Cristo. Pablo mismo vivió esa disyuntiva y da testimonio de aquello.

Al hablar de la adopción de hijos, Pablo introduce un tema bien paulino ilustrando la herencia de la ley romana. La ley de la adopción casi no existió en el judaísmo. El hijo mayor recibía una doble herencia. El prosélito siempre era de segunda clase. Pero en la ley romana la adopción era sí muy posible para hasta el esclavo. Hubo una igualdad que no tomó en cuenta el triste pasado. Es Pablo entre los escritores novotestamentarios que hace resaltar la doctrina de la adopción (Efesios 1:5,6, 11-14; Rom. 8:15; 9:4).

Ya que llegó la fe, el Mesías, y se abrogó la ley y tanto el judío como el gentil en Cristo son hijos y como prueba final: “Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su hijo, el cual clama ¡Abba, Padre! «Abba» es el diminutivo que se traduce «Papi», una nota de cariño e intimidad. Tal es nuestra aceptación ante Dios sin distinción alguna. Termina el argumento por afirmar lo conclusivo: “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gál. 4:7).

Pablo muestra su amor y revela su profundo temor por ellos Gálatas 4: 8-18

En este párrafo vemos como nunca el corazón pastoral de Pablo. Empezó la epístola pasmado por la vacilación de sus queridos hijos en la fe: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo para seguir un evangelio diferente, no que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gál.1: 6, 7). Ahora Pablo vuelve a apelarles de varias maneras para hacerlos recapacitar. Hacen frente a una situación muy peligrosa. Los advierte con cariño y pasión espiritual.

Primero apela a lo genuino de su salvación. Pablo los vuelve a recordar cuando les llegó, tal como eran, meros paganos, sirviendo a los ídolos que no eran dioses. Pablo podía aceptar tal ceguera porque eran muertos en sus pecados, pero ahora de ninguna manera porque Cristo les dio la luz del evangelio. Lo interesante es que Pablo se corrige a sí mismo al decir que conocieron a Dios como si fuera por su búsqueda de Dios: “o más bien, siendo conocidos por Dios.” Fue Dios mismo que tomó la iniciativa y les hizo conocer la verdad. ¿Cómo, pues, pudieran volver al abismo de donde los sacó Dios? ¿Cómo podían volver a lo débil y lo pobre de la mera observancia de lo externo. Nombra los días, los meses, los tiempos y los años como si fueran algo que valiesen la pena (Gál. 4: 9, 10). ¡Cómo habrán caído!

En segundo lugar apela a su profunda inquietud y temor por ellos. Teme grandemente que toda su labor haya sido en vano, con ningún resultado. Como judío ortodoxo y fariseo, Pablo salió de tal abismo de guardar días y meses. Abandonó tal falsa confianza para hacerse como el gentil para poder ser apóstol a ellos mismos (1 Cor. 9: 21-23). ¡Cómo pudieran ellos ahora abandonar su conversión a Cristo para volver a aquello que les resultó tan inútil. “Os ruego, hermanos—una nota de ternura y esperanza—que os hagáis como yo, porque yo también me hice como vosotros” (4: 12). Lejos de herirme, os habéis herido a vosotros mismos.

En tercer lugar Pablo les hacer recordar cómo les llegó en una visita previa y cómo lo recibieron encarecidamente. No sabemos en detalle las circunstancias, pero Pablo la describe en términos gráficos. “Pues sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio; y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía del cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel del Dios, como a Cristo Jesús” (4:12,13). Lleno de gratitud Pablo por su solicitud en tal momento tan duro de su ministerio recuerda la acogida tan calurosa que ya la vuelve a revivir. ¡Qué mezcla de emociones y traición! Pablo hasta describe el extremo de que pudieran haber ido. “¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentabais? Porque os doy testimonio de que si hubiereis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos.” ¡Fíjate en tal acogida pasada! ¡Qué tristeza por el brusco cambio! Que esta prueba tan dura de Pablo sea evidencia de la profunda tristeza ministerial cuando las verdades falsas enajenan a los hermanos para seguir otra corriente novedosa que al final de cuenta no rinde nada Otros siervos de Dios lo han experimentado también.Es duro.

No sabemos cuál fue la enfermedad en su cuerpo que dificultó grandemente su llegada y ministerio la que forjó un lazo cariñoso entre Pablo y los suyos. La ruptura causada ahora por los judaizantes hirió profundamente a Pablo y así revela la dolencia de su corazón. Puede ser que el “aguijón en su carne” de que Pablo habla en 2 Corintios 12: 7-10 haya sido la misma enfermedad porque las dos epístolas se escribieron por el año 57 A C.

En cuarto lugar Pablo hace la dolorosa pregunta “¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?” Debiera haber resonado en los gálatas tal viraje de 180 grados, de amigo a enemigo de golpe. Pablo no trata de ocultar su amor, su afán y su peligro de ellos. Profundas son las heridas del pastor cuyas ovejas se descarrían. Después de tanto afán personal, Pablo expone la motivación falseada de los judaizantes: “Tienen celo por vosotros, pero no para bien, sino quieren apartaos de nosotros para que vosotros tengáis celo por ellos” (4:18). El análisis de Pablo es que la carne misma hace la división a costo de la verdad y la obra del Espíritu Santo. Tocará Pablo el remedio para esto en Gálatas 5, 6.

La carga del corazón del Pablo y el remedio para la carne Gálatas 4: 19, 20

Estos versos revelan el corazón del pastor. ¡Qué hondamente vuelve a sufrir Pablo los dolores de parto por los gálatas! Su ternura y sensibilidad se ven en “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (4:19). Pablo sigue en los pasos del Crucificado. “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla lloró sobre ella” (Lucas 19:40). “Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste?” (Lucas 13: 34).

Sólo Cristo puede ser el remedio para tal regreso espiritual y desplazar los estragos de la vida del viejo hombre. Pablo como una madre fiel vuelve a dar a luz por su oración y carga para que sean restaurados. Ésta es una buena descripción de la vida cristiana: la formación progresiva en nosotros de Cristo mismo. A la vez revela los dolores de parto del pastor quien observa y participa en el proceso de la madurez, no sin la angustia de la lucha del Espíritu con la carne (Gál. 5:17). Ésta es de nuevo otra vislumbre del Mensaje de la Cruz. Terminó Pablo por decir: “Quisiera está con vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues estoy perplejo en cuanto a vosotros” (4:20). La vida cristiana es Cristo tomando forma en nuestro andar diario.

Pablo reprende a los judaizantes usando la misma ley que imponen Gálatas 4: 21-25

Después de su tierna exhortación a los suyos apelando a varios factores personales, se da cuenta de que ya es hora de dirigirse francamente a los judaizantes. Lo hizo por medio de la misma ley que quisieron imponer sobre los gálatas. Por medio de una alegoría, usando una interpretación algo común entre ellos, relata la historia concreta de Abraham y el fracaso de Agar e Ismael ante la previa promesa dada a Abraham por medio de Sara y su simiente, Isaac, que heredarían la plena bendición del Mesías por venir.

Hay pocas alegorías en las Escrituras, pero es una forma parabólica que por medio de una serie de comparaciones metafóricas enfatiza de manera más detallada unas lecciones principales. Una metáfora es una comparación entre dos cosas sin la palabra «como» lo cual sería un «símil» por ejemplo: “Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son «como» los dos pactos. En la hermenéutica o la ciencia de la interpretación de las Escrituras alegorizar el texto está mal, porque niega o desprecia lo histórico del evento para agregar un significado totalmente fuera del texto, algo inventado por el intérprete según su previo gusto. Pero aquí Pablo basa todo la aplicación de la historia bíblica.

El hijo de la esclava ante el hijo de la libre—Testimonio de las Escrituras Gal. 4: 26 - 31

En este caso la alegoría estriba en la historia verídica de Abraham y Sara y Agar, su sierva (Gén.16: 1-16). Pablo compara a Agar, la esclava, con el monte de Sinaí en Arabia de donde Dios les dio la ley que corresponde en aquel tiempo a Jerusalén actual, la sede de los judaizantes (4:24, 25) que los molestaban. Agar o la ley es comparada con Sara “la libre por la promesa” (4: 23) o “Jerusalén de arriba la cual es madre de todos nosotros” (4:26).

Pablo subraya la frase con que empezó la reprensión: “Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley?” (4: 21) porque les cita Isaías 54:1, la ley o el Antiguo Testamento: “Porque está escrito: regocíjate, oh estéril (Sara), tú que das a luz; prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto; porque más son los hijos de las desoladas, que de la que tiene marido” (4:27). Los hijos de la promesa dada antes de la ley (3:17) serán mucho más numerosos que los de la ley o los judaizantes. La conclusión tiene que ser: “Así que hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa” (4:28).

Ahora Pablo les hace saber que tal como “el que había nacido de la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu es también así ahora”. Por primera vez Pablo introduce el ministerio del Espíritu Santo, el cual ampliará en los últimos dos capítulos de la epístola. Tome nota de esta verdad. Finalmente apela a la autoridad de las mismas Escrituras con la conclusión terminante: “Echad fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre” (4: 30).

El Nuevo llamado a la libertad en Cristo Gálatas 5:1

En vista de esta verdad ya establecida por la ley o el Antiguo Testamento, sólo les queda a los gálatas una sola conclusión: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.” La ley no nos rinde nada, al contrario nos esclaviza. La aplicación actual es ésta: cualquier cosa agregada a la suficiencia de Cristo destruye la suficiencia total de Cristo. Las obras de la carne en cualquier forma anulan la eficacia de la gracia de Dios en Cristo. La vida cristiana es un andar por fe basada en la gracia de Dios suministrada a nosotros por medio del Espíritu Santo una vez dada a los hijos de la promesa. No nos queda buscar nada fuera de lo que ya tenemos en Cristo crucificado, ni «unción», ni «experiencia de hablar en lenguas», ni llegar a ser «apóstol» ni «profeta» ni las riquezas materiales. Basta Cristo.

Pero todo esto de Gálatas 3 y 4 puede parecer muy lejos de lo de hoy día. Pero hay tantas ofertas para agregar algo en que la carne puede gloriarse. Pablo las rechaza tajantemente. “Porque somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (Fil. 3:3). La carne y el Espíritu son incompatibles en todo sentido. Esto será el tema de los últimos dos capítulos que introducen la vida controlada por el Espíritu Santo en base de la obra de la Cruz. Pablo así nos prepara para tal avance. Por eso la Epístola a los Gálatas de veras es la Epístola de la Cruz y el Espíritu – el título de estos estudios.

Puntos importantes por ponderar

1. En la “plenitud del tiempo” Dios introdujo a su hijo nacido de la mujer bajo la ley
para librarnos de la esclavitud de la ley.
2. Volver a depender de la ley o las fuerzas de la carne es negar la obra de Cristo.
3. Es sumamente peligroso volver a la ley o a la obras de la carne en cualquier forma.
4. Lo que nos resta es estad firmes en la libertad de la gracia una vez dada en la Cruz.

Tuyo en el Mensaje de la Cruz,
Dr. Ernesto Johnson
Rio Grande Bible Institute