Gordon E. Johnson

RETOS DESDE LA CRUZ

Nueva Serie: La Cruz en la Vida de los Santos del Antiguo Testamento

Abraham: Escogido por la Gracia  y Puesto a Prueba (1)

 Don Ernesto Johnson

Seminario Bíblico Río Grande

Introducción

            Con este estudio empiezo una nueva serie sobre los santos del Antiguo Testamento. Con el transcurrir del tiempo, me voy dando cuenta de que tiene razón San Agustín: "el Nuevo Testamento se encuentra latente (implícito) en el Antiguo y el Antiguo se halla patente (explícito) en el Nuevo."  Si el Mensaje de la Cruz es céntrico, y lo es, debe haber tal verdad ilustrada mil veces en los santos del Antiguo Testamento.  Es esa verdad que quiero hacer resaltar en esta serie que abarcará a varios santos: Abraham, Jacob, José, Job, David, Isaías, Daniel, etc.  En las demás exposiciones anteriores, me enfoqué en el liderazgo bíblico. En cierto sentido continúo con ese énfasis, pero desde otro punto de vista, es decir, cómo Dios forjó en éstos esa verdad fundamental y cómo los hizo verdaderos líderes bíblicos. Yo nunca me canso de hallar la Cruz en acción, primordialmente en la vida de Jesús, pero de igual modo en cada seguidor que merece tal nombre.

            Una notita aparte: desde mis clases en Rusia en 2002 y 2003, me acostumbré llamarme don Ernesto, porque pude decirles que tal título implica edad y experiencia. A  los pastores rusos, les cayó bien aprender algo de la cultura latina. Tal nombre me ha pegado porque en estos días (desde el 27 de agosto de 1954 hasta ahora, 2004) ya cumplimos cincuenta años de ministerio y enseñanza en las aulas aquí del Seminario Bíblico Río Grande. A Dios sea la gloria.

            El enfoque de este estudio sobre Abraham y los otros en el futuro es el de mostrarnos que Dios opera en pura gracia soberana. Desde del llamamiento en gracia nos pone a prueba. Cada vez que respondemos en dependencia de él --el principio de la Cruz --nos esclarece más la promesa y nos la amplía para su gloria y el bienestar nuestro y el de otros a quienes les ministramos.

1.                  Abraham, Escogido por la Pura Gracia de Dios para Ser Padre de la Fe

            Si jamás uno pudiera jactarse de sus méritos ante Dios, habría sido Abraham. Así los eruditos judíos creían. "¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene que de qué glorificarse, pero no para con Dios" (Rom. 4:1,2).  Definitivamente Abram fue escogido por Dios aparte de todo mérito.  Y aun llegando a ser "el padre de la fe," ya no lo traía mérito alguno. Josué dijo: "Así dice Jehová, Dios de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al  otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dios extraños y yo tomé a vuestro padre  . . . y lo traje por toda la tierra de Canaán, y aumenté su descendencia." (Josué 24:2,3).

            No sabemos absolutamente nada de tal escogimiento divino en pura gracia.  Dios no nos tiene que revelar sus razones, pero nos deja con la seguridad de que todo lo que hace en nosotros y por nosotros es por su gracia y aparte de nuestro merecimiento.  No cabe lugar nunca para el orgullo "espiritual." Dios escogió a Abram porque quiso lograr algo a favor de todo el mundo entero. De igual manera "nos escogió en él antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor habiéndonos predestinado . . . según el puro afecto de su voluntad" (Ef. 1:4.5). Puede ser que no nos toque un escoger precisamente como le tocó a Abram, pero es el mismo Dios que en gracia propone algo para su gloria y nuestro bien.  De aquello podemos estar seguros.  Pero para lograr tal propósito divino, tiene que probarnos y dejarnos morir para que él viva en nosotros --principio de la Cruz.

11.     El Proceso de Andar por Fe, Más Pasos para Arriba y unos Pocos para Abajo.

            A la edad de 75 años Dios apareció a Abram y le dio órdenes de marcha desde Harán hasta una tierra desconocida; no cabe duda una prueba formidable (Gen. 12:4). Hubo una tardanza en moverse a toda la familia de Ur a Harán. Muerto su padre, Taré, Abram estaba en libertad para cumplir con la orden original. Dios guarda silencio con respeto al por qué y el cuándo.  Pero Dios había elaborado un plan magnífico que resultaría en nada menos que la bendición de todas las naciones a través del Mesías. "Los caminos de Dios son inescrutables" (Rom. 11:33). ¿Quién pudiera haber imaginado semejante plan?  No limitemos a nuestro Dios por nuestra falta de fe.

            A.  "Por la fe, Abraham, siendo llamado obedeció para salir a lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba" (Heb.11:8).  Según el pacto abrahámico incondicional, Dios le prometió tres cosas: 1.) "la tierra que te mostraré;  2.) haré de ti una nación grande;  3.) y te bendeciré y engrandeceré su nombre, y serás una bendición." (Gen. 12:1-3).  No cabe duda éste es un nuevo partir misionológico que comprendería todo el plan divino para la creación divina.  ¡Qué alcance que giraría alrededor de un solo hombre!  Al aceptar esta orden Abraham salió en pura obediencia.

            B.   Al llegar a Canaán, hizo dos escalas y en ambos casos puso su tienda y edificó un altar (Gen 12:6-9). Este acto revela su adoración y sumisión a Dios. Andaba en comunión con Dios y su comunión giraba alrededor de la intimidad con Jehová. A la vez los cananeos observaban a Abram (12:6) y su testimonio era positivo. Las cosas andan bien pero . . . .

            C.  Abram hace frente a un hambre en Canaán.  A veces una prueba sobre las cosas materiales nos presenta la tentación grande de razonar según la vida vieja. Un paso malo, la duda frente al hambre le condujo a la segunda tentación, su propio bienestar habiéndose casado con una princesa hermosa. En este caso no fue tanto lo material sino lo personal, el deseo de protegerse, el egoísmo personal.  Cualquier siervo de Dios tendrá que hace frente tarde o temprano a su reputación, su egoísmo innato. Abraham sin duda actuaba según su vieja cultura.

Pudo confiar en Dios para la salida de su tierra, pero no pudo confiar en Dios para mantenerlo en esta tierra que habría de ser suya.  Abram sólo pensaba en sí y su propio bienestar físico, peligrando mucho a Sarai y en el futuro la madre de Isaac.  No nos damos cuenta de las consecuencias que acarrean nuestras malas decisiones egoístas.  Para Abram un paso para atrás; siempre estamos expuestos a tales tropiezos, aun después de una victoria tan grande como su obediencia al salir de Ur.

            Dios usa a los egipcios para reprender a su santo. ¡Qué contradicción!  Es interesante que Dios o el autor inspirado no hace comentario negativo contra la falta de fe de parte del "padre de la fe." Allá en Egipto Dios prosperó materialmente a Abram. Sin duda alguna no aprobó el egoísmo de Abram, un medio carnal, pero en gracia Dios lo guarda.  Digo esto no para minimizar el mal de Abram sino sólo para comentar que Dios no nos trata según nuestro mal.  Si lo hiciera, ¿quién estaría en pie?  El mero hecho que Dios nos suple nuestras necesidades, no quiere decir que andamos bien con él.

            D.  La próxima prueba tiene que ver con lo material, la contienda entre los siervos de Lot y los de Abram. Dios había bendecido en gran manera a Abram aun en Egipto (Gen. 13:2). En el Antiguo Testamento es una evidencia general de la aprobación de Dios. Pero la magnanimidad de Abram de darle a su sobrino, Lot, la primera opción revela la negación de su  propio corazón. Aquí no entro yo en lo de Lot que se alejaba de Jehová, resultando por fin en moverse él a Sodoma y Gomorra y el último escándalo de su esposa y sus hijas (Gen 18; 19:26-38).

            Según nuestra premisa, de inmediato Dios se le aparece a Abram y confirma y amplía la promesa anteriormente dada, es decir, una tierra para sus descendientes. "Y Jehová dijo a Abraham, después de que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre y haré tu descendencia como el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré . . . y edificó allá altar a Jehová" (Gen. 13:14-18).  Una  vez más el mensaje de la Cruz: "el que ama su vida la perderá y el que aborrece la vida, la guardará hasta vida eterna." Abram no perdió nada por darle a Lot la primera opción.  Al dejar la tierra prometida en manos de Dios y al pasar esta prueba, Dios de inmediato renueva el pacto y la amplía. Muchas veces perder lo material es ganar lo espiritual.

Génesis 14 revela una vez más que la fe de Abram no se basaba en lo material. sino en lo espiritual.  Sin recriminación contra Lot, Abram va en busca de Lot, quien había sido captado por los reyes que conquistaron los reyes de Sodoma y Gomorra.  Abram con sus 318 siervos los venció y rescató a Lot y a su familia. Viene otra prueba  disfrazada por la oferta de los reyes de Sodoma y Gomorra que querían premiar a Abram por darle una porción del botín.  Las reglas de la guerra de aquel entonces le dejaban a Abram su porción de los despojos.  Pero Abram vio en esto el posible reclamo futuro de haber participado en los bienes de estas dos ciudades viles que Dios iba a castigar. La respuesta de Abram es clarita: "He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa del calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram" (Gen. 14: 21-23). Abram sólo quería el honor que viene de Dios (Juan 5:41, 44).

En esta ocasión algo de importancia trascendental iba a suceder. Hubo el famoso encuentro de Abram con Melquisedec que aparece en Hebreos 7.  Sabemos muy poco de este personaje de unos 2.000 años antes de Cristo, pero siendo rey y a la vez sacerdote es tipo de Cristo, quien como anti-tipo combina como ningún otro tanto la realeza como el sacerdocio.  El testimonio de Abram en reconocer a Melquisedec da la evidencia necesaria  para el real sacerdocio de Cristo, según el orden de Melquisedec (Heb.7:1-4, 11).

            E.  Después de  esta prueba que Abram pasó, Jehová se acerca una vez más para premiar a Abram con la renovación y ampliación del pacto abrahámico. Una vez más es la gracia de Dios operando en Abram, pero Dios reconoce el elemento humano, la fe y la obediencia y le hace nuevas pleitesías y confirmaciones del pacto. "Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo, no temas, Abram, yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande" (Gen. 15:1-2).

            Frente a esta aclaración semejante a la de Gen. 13 con respecto a la tierra, Abram discute con Jehová sobre  la segunda parte del pacto, lo de ser una gran nación.  Tal promesa exigía a un hijo y ya hacía tantos años que Sarai era estéril.  Abram se hace más abierto para con Dios, pidiendo un rendimiento divino. Bajo la presión de un hijo para realizar la promesa entra la carne, o a lo mejor, lo muy humano.  Abram sugiere a Dios que un hijo nacido en su casa calificaría de heredero. "Y respondió Abram;  Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa" (Gen. 15:2,3). La cultura y la ley de Hammurabi permitía tal cosa.  ¡Qué fácil es dejar que la cultura humana dicte nuestros conceptos del camino del Señor.

            Una vez más Jehová vuelve a dar confirmación de su plan a largo plazo, pero todavía no revelado al pobre Abram ya impaciente así como todo ser humano esperando el desenvolvimiento inmediato de la voluntad de Dios. "Luego  vino a él palabra de Jehová diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia" (Gen. 15:2,3).  Ahora viene el famoso verso que Pablo cita en Romanos 4:3, evidencia de que la fe justifica: "Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia" (Gen 15:6). Abram había alcanzado ese rango de confiar tan sólo en la palabra de Dios.  Claro que el fe de Abram al salir de Ur y Harán lo había justificado ante Dios, pero es interesante que aquí sea la fe del creyente que da evidencia de tal justificación.  No es tanto la fe inicial, aunque es todo importante en sí sino la fe que continúa en acción.  "El justo por la fe vivirá" (Rom. 1:16,17).

            El resto de Gen. 15 relata como Dios le selló a Abram su pacto a través de un sueño y una ampliación de la extensión de la tierra a través de sus propios descendientes. "Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. Y tú vendrás a tus padres en paz y será sepultado en buena vejez y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí" (Gen 15:12-16). Después de este acto fe (Gen. 15:6), Dios vuelve a ampliar su pacto y se lo confirma de manera extraordinaria.  Además define la extensión de la nación, aunque todavía no llegado a tal extensión. "En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo, A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates; la tierra de los ceneos, los cenezeos, los cadmoneos, los heteos, los ferezeos, los rafaítas, los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos" (Gen 15:18-21). Todo esto revela qué específico era Dios en asegurarle a Abram su pacto con tal que él siguiera creyeron la promesa dada.  Una vez más repito yo, después de cada prueba y la fe más sólida, Dios responde con más pleitesías o garantías de su palabra fidedigna.

            Después de tanta prueba se pensaría que Abram no tropezaría, pero está para caer ante la sugerencia de Sarai que resulta en el nacimiento de Ismael.  Pero será el tema del segundo estudio en el cual veremos una nueva bajada y por fin nuevas alturas de fe en "el padre de la fe."

           

            F.   En resumen Abram obedeció el llamado de la gracia desde Ur y luego Harán.  Llega y edifica un altar, evidencia de su conocimiento de Dios y comunión con él en base de la fe (Gen 12:1-9).

Su fe falla en Egipto ante su propio egoísmo, pero Dios lo deja sufrir el regaño del egipcio, pero lo bendice materialmente por su gracia (Gen. 12:10-20).

Ante Lot Abram pone en primer lugar el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33) y Dios vuelve de inmediato para asegurarle de que todo la tierra será suya.  Rescata a Lot, y rechaza la tentación de los despojos; se encuentra con Melquisedec el tipo de Cristo. Discute con Dios sobre la tierra y dos veces Dios le permite ver la tierra por todos partes y les asegura la tierra (Gen. 13,14).

Cuando discute de Dios sobre un hijo, sugiere a uno nacido en su casa, pero Dios le confirma que no y le sella el pacto con un sueño y renueva el pacto ahora engrandecido (Gen. 15).

Parece que todo va bien pero en la vida cristiana se necesita la vigilancia constante y Abram y Sarai lamentarán su paso para atrás en la carne (Gen.16).  Será el tema de la próximo estudio con el triunfo final de la fe en la llegada de Isaac y luego su ofrecimiento a Dios, el triunfo de la fe del "padre de la fe" (Gen 22).