Gordon E. Johnson

RETOS DESDE LA CRUZ

LA HISTORIA DE JOB, EL OBJETO DEL AMOR Y LA GRACIA DE DIOS (1)

Los tratos más profundos de Dios con los santos del Antiguo Testamento

G. Ernesto Johnson
Instituto Bíblico Río Grande
Edinburg, Texas

Introducción

Empiezo un proyecto tanto grande como profundo.  Sólo Dios puede iluminarnos. Mucho se ha escrito y dicho sobre el pobre Job, ejemplo número uno de quien sufrió tanto a mano de Satanás y más a la de Dios. En nuestra consideración  a veces Job se halla en el centro y todo gira alrededor de él.  Quisiera sugerir otro énfasis.  Debe ser Dios que se encuentra en el centro y Job en la circunferencia. Aunque Satanás se ve tan claro en Job 1 y 2, de ninguna manera es él el enfoque ni el medio activo.  Dios sobresale en todo momento.  Dios como un cirujano está interviniendo quirúgicamente en Job y finalmente triunfará su gracia en la vida de este hombre "perfecto" (Job. 1:1, 8; 2:3).

En este estudio expositivo trataré de darte una vista a vuelo de pájaro del libro de Job para llegar a la aplicación que quiero hacer a través de los subsiguientes estudios. En breve, quiero que veamos que Dios vio en Job, no los pecados de comisión, sino debajo de la vida consagrada que llevaba había una capa desconocida de orgullo y justicia propia. Aunque él era el hombre más santo de aquel día, había en Job como en nosotros lo que Dios tiene que tratar en gracia. Lo hace en plena gracia y amor por medio de las pruebas y el sufrimiento.

"Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban; y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?  Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos en su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados" (Heb. 12:8-11).

Espero que retengas los cuatro estudios para trazar esta verdad clave. En este primer estudio no entro de lleno en el libro; trato de darnos el concepto del propósito final de Dios. El epílogo (Job 42) nos revela la razón y el mensaje de los capítulos 3 - 41 que casi no estudiamos nunca. Pero allí en la respuesta de Dios y la reacción de Job están el mensaje de dónde, el cómo, el por qué y el para qué.

OTRA PERSPECTIVA SOBRE JOB

Un Nuevo marco de referencia

Mi punto de partida es Lucas 16.25-36.  En esta porción Jesús se dirige a las multitudes y de manera muy directa dice: "Si alguno – note alguno singular e inclusive – viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y  hermanas, y aun también a su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo" (14: 26, 27).  Esto no suena como el evangelista hoy en día que invita a todo el mundo a pasar al frente para hallar paz y gozo.  Además Cristo después de dar dos fuertes ilustraciones de quienes no calculan el costo de llegar a ser seguidor, verdadero discípulo de él, remacha la conclusión por decir: "Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo" (14: 33. Da la conclusión: "Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga" (14: 34, 35).

Todo el mundo hoy día reconoce lo fuertes que son estas demandas. ¿Exigía Jesús demasiado? ¿Es ésta la salvación por el esfuerzo humano?  ¿Requiere todo esto antes de poder ser salvo?  De ninguna manera. Nuestro Señor pone en relieve la calidad de la entrega que su gracia producirá en quien verdaderamente responda a la invitación de "venir a mí todos los que estáis trabajados y cargados, yo os haré descansar."  Sigue ampliando esto en el mismo espíritu de entrega: "Llevad  mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga" (Mateo 11:28-30).

Jesús hace su demanda fuerte, pero su gracia suplirá los medios, de tal manera que en el proceso de andar con él, podremos experimentar la plenitud de su presencia y el deleite de su bendición.  Para mí Job es un ejemplo primo de esta gloriosa verdad. Este hermoso libro traza ese andar hacia la renuncia del «yo.»  En lugar de ver a Job y sus sufrimientos como el punto central, es Dios mismo que en su gracia va a producir en Job tal abandono de todo, llegando hasta el abandono del «yo,» el supremo paso del discípulo de Jesús.  De otro modo no puede ser mi discípulo que goza de la plenitud de Dios.

Veo el siguiente marco de referencia llevado a cabo en el libro de Job.  Jesús empieza por decir "si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, etc, no puede ser mi discípulo." Y termina el pasaje en Lucas 14:33 con "cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo."

El Proceso de llevar a cabo este gran plan divino

Cuando Dios pone a prueba a Job, él salió muy aprobado en los primeros pasos duros.

            Job pierde su haciendo, cosas siempre secundarias a su familia  Job. 1:3

            Después de la petición de Satanás, Job pierde sus bueyes y asnas  1:14

            Luego pierde sus ovejas y a sus pastores todos 1: 16

            Luego pierde sus camellos y a sus criados  1:17

            Luego otro golpe increíble, pierde a todos sus hijos  1:19.

Así a pesar de un golpazo tras otro, Job "no atribuyó a Dios despropósito alguno" 1: 22.

Pero la prueba se intensifica mucho; después de otra petición de Satanás, Dios le permite dar dos golpazos más.

            Luego Job pierde su salud; le tocó su propio cuerpo 2: 7, 8

            Luego Job pierde el amor de su "ayuda idónea," su esposa 2: 9

Así a pesar de dos golpazos más, Job se queda sin bienes, sin familia, sin salud, sin el amor matrimonial, pero dijo más bien: "¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?  En todo esto no pecó Job con sus labios." (2:10).

Parece que Job ya pasó la prueba última, la más dura.  Pero no, porque si así fuera, terminaría el libro de Job allí con esas dos triunfantes declaraciones.  Pero la pura verdad es que desde Job 3 a 39, Job no cesa de hablar hasta disgustar a sus tres "dizques" amigos 4 - 25, a Eliud 32 - 37, y aun más importante a Dios mismo (38 - 41).  Hubo dos interludios. Job 26 - 28 en los cuales Job reflexiona sobre la sabiduría de Dios y en Job. 29 - 31 cuando Job se justifica ante Dios y llega al extremo de lo que Dios desde el mero principio quería tratar hondamente: el verdadero y último elemento que no sabía qué ni cómo someter a Dios, es decir el «yo».

La verdad es que Dios nunca acusa a Job de algún pecado de comisión. Al contrario afirma su integridad. Primero, Dios lo llama "este hombre perfecto, y recto, temeroso de Dios y apartado del mal" (1:1, 8; 2:3) y finalmente Dios les dice: "Y aconteció que después que habló Jehová estas palabras a Job, Jehová dijo a Elifaz temanita: 'Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mí lo recto como mi siervo Job'" (42:7).  Claro que Dios sabe que Job no era perfecto en el sentido absoluto; sólo Dios así califica. Pero reconoce la integridad en cuanto a lo externo, pero Dios no se queda contento nunca hasta tratar con el «yo» que se manifiesta en el orgullo y la soberbia que Dios no puede dejar sin tocarlo por su gracia y providencia.

La Finalidad de Dios al tratar con nosotros

La gran mayoría sabemos de los triunfos de Job in Job  1 y 2 y luego damos un brincazo a los últimos capítulos cuando Dios lo bendice doblemente. Pero lo grueso del libro contiene lo más profundo de los tratos de Dios con este santo de la antigüedad.  Job pudo triunfar con la pérdida de todos sus bienes, aún la de los hijos, la mujer y su salud, pero iba a luchar por su propia integridad ante Dios. En su defensa tan fuerte pinta a Dios varias veces como si fuese su enemigo. Eso lo veremos más adelante en detalle.  Pero el ser humano no puede así tratar a Dios. 

El «yo», el viejo hombre, que no quiere morir a sí mismo es como una cebolla que al pelarse revela una capa tras otra que sólo produce más lágrimas que nada.  Dios  percibe bien los matices de nuestro orgullo, los disfraces que ponemos y nos ama suficiente que no nos tolera tal egoísmo. Así en la vida de Job, Dios le va revelando su auto confianza, su "integridad" que realmente fue un orgullo "espiritual." 

Sólo por someter Dios a Job al hormo del sufrimiento, pudiera Job verse y confrontarse, pero no sin una fuerte lucha que Job tan lleno de palabras se defendería ante los tres amigos equivocados y Eliud medio sabio y medio enojado.  Cuando tuvo su confrontación con Dios, lo calló Dios no por responderle a sus quejas y contestarle sus preguntas sino por revelarse a sí mismo en su grandeza, poder y control sobre el mundo físico; cuánto más tenía Dios control sobre la vida de un pobre Job.  Dios no tiene que defenderse ante ninguna criatura.  Ante la grandeza de Dios por fin Job reconocería su mal.

Volviendo a nuestro marco de Jesús, Dios trataba con Job con respecto al último paso por dar - aborrecerse, negarse, tomar su cruz como punto de  muerte y seguir al Crucificado.  Tal es el fin de Dios en sus tratos con los más espirituales, los mejores como a veces nos consideramos. Dios no puede perdonar el «yo.» No lo hizo en su propio Hijo quien renunció sus derechos legítimos para hacerse hombre. Mucho menos no lo tolera en nosotros. Tal rehusar divino no se puede negociar nunca. "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" (Rom. 8:31).

El Libro de Job a luz del Nuevo Testamento y la cruz

Estableceremos más adelante que Job es un libro muy antiguo bien separado en tiempo del Nuevo Testamento con su  historia de la cruz de Jesús.  Sin embrago hay lazos muy fuertes entre los tratos fieles de Dios en otros milenios y los de hoy día.  El es el mismo Dios, la naturaleza humana es la misma, tan dada de justificarse. Por lo tanto Job es un libro tan relevante para hoy como si se hubiera escrito ayer mismo.  Lo que Job no sabía pero anhelaba y por fe sí lo vio oscuramente es lo ya revelado y a la disposición nuestra.

Déjame dar  unos anhelos de Job que expresaba sin darse cuenta de que realmente ya los tenía, pero sólo por pura fe.  Estos versos nos dan el gran valor de esta historia verídica pasada que ya tiene tanta importancia para entender los tratos de Dios con nosotros.   En medio de la oscuridad de su soledad y bajo las fuertes acusaciones falsas de sus amigos decía en una fe débil pero real:

            (a Dios) "Porque no es hombre como yo, para que yo le responda, y vengamos juntamente a juicio. No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros dos. Quite de sobre mí tu vara, y su terror no me espante" (Job.9:32-34).

            "He aquí, aunque él me matare, en él esperaré; No obstante, defenderé delante de él mis caminos. Y él mismo será mi salvación" (Job. 13: 15.16).

            "Mas he aquí que en los cielos está mi testigo, y mi testimonio en las alturas"  (Job 16:19).

            "Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, aunque mi corazón desfallece dentro de mí" (Job. 19:25-27).

            "Mas él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro. Mis pies han seguido sus pisadas; Guardé las palabras de su boca más que mi comida" (Job 23:10-12).

Debemos tomar muy en cuenta que todo esto fue escrito hace dos mil años antes de Cristo. Pero Dios le permitió a Job ver aun en sus dolores que él mismo estaba allí con él.  De vez en cuando Job salía de debajo de las nubes pesadas para vislumbrar lo que ya tenemos nosotros en plena fe.  Esto para mí establece el hecho de que en las pruebas de Job tan grandes y exageradas a criterio nuestro, Dios es el mismo que nos trata con el fin de separarnos de nosotros mismo, el «yo», un obstáculo tan grande en camino nuestro.

Esto me devuelvo a mi punto central de partida, En la Cruz de Calvario Dios trató finalmente con el «yo» y sólo a mí me toca dice un Amén personal (Rom. 6:2)  No tengo que ni luchar ni tratar de crucificar mi orgullo sino sólo decir un Sí a lo que Cristo hizo eficazmente de una vez para siempre en la cruz (Rom. 6:11). Cuanto más vivo tanto más vuelvo a la Cruz donde morí con Cristo hace dos mil años, fui sepultado y resucitado para andar en novedad de vida (Rom. 6:3-6).  Debo esperar los tratos más profundos de Dios a través de los sufrimientos, pero la obra está hecha, la victoria ya ganada que me toca considerarme muerto y vivo y no dejar que esa capa profunda de orgullo reine en mí (Rom. 6:13, 14).  Dios lo haga así en nuestra vida!

G. Ernesto Johnson
Instituto Bíblico Río Grande
Septiembre 17, 2006