Gordon E. Johnson

RETOS DESDE LA CRUZ

Los triunfos de la Gracia en la vida de Moisés

Éxodo 3,4

Moisés, el varón de Dios, reducido primero y luego aprobado (2)

Los tratos más profundo de Dios con los santos del Antiguo Testamento

G. Ernesto Johnson

Instituto Bíblico Río Grande

Introducción

En estos estudios hemos visto el proceso, a veces doloroso, de reducir lo humano, lo carnal para dejar lugar a lo divino, lo espiritual. Juan el Bautista lo dijo precisamente: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengue" (Juan 3:30). Del Antiguo Testamento viene la misma verdad en voz de Jehová con aun más impacto a Jeremías en medio de mucha aflicción. Jeremías confiesa: "Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría a mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos . . . Responde Jehová: Por tanto, así dijo Jehová, Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil (todo lo muy inútil), serás como mi boca. Conviértanse ellas a ti, y tú no te conviertas a ellos. Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová. Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la manos de los fuertes" (Jer.15:16, 19-21).

            En este estudio veremos a Moisés reducido a plena confianza sólo en Jehová, dándose cuenta de lo vil, lo totalmente inútil de Egipto, lo inútil de Moisés mismo.  El Diccionario de la Real Académica Española define entresacar: "Aclarar un monte, cortando algunos árboles, o espaciar las plantas que han nacido muy juntas en un sembrado."  Así en la vida de Moisés había plantas naturales por entresacar y Dios lo iba hacer.  Usaba de los cuarenta largos años cuidando Moisés las ovejas de su suegro.

1.         Dios capta la atención de Moisés por símbolo y fuego  Ex. 3: 1-10

            A.   La zarza ardiente simboliza la energía divina a punto de liberar a Israel.  No cabe duda que la vida de Moisés era aburrida, monótona. No podemos imaginar el aburrimiento que sufría por los cuarenta años, nada más mortífero que cuidar ovejas por más de una generación. Pero llegó la hora de la intervención divina.  Lo que resta está lleno de significado: un viaje a Horeb, más adelante llamado Sinaí donde vería a Dios; una mata que se quemaba pero sin dejar de ser; el mismo Ángel de Jehová, Cristo mismo pre-encarnado, una teofanía singular.  No pudo resistir Moisés no acercarse. La voz de Jehová: "Moisés, Moisés."  No se había oído antes en cuarenta años de silencio. Su respuesta fue inmediata: "Heme aquí."  Fue llamado por su nombre, el llamado personalizado.

            B.   Sobresale el llamado: Fue una mata común y corriente, nada que llamaba la atención ni merecía ni el segundo vistazo. Pero fue lo común en llamas, fuerza, calor, energía extraordinaria que dejaba la huella divina. La tierra hecha santa de tal manera que ningún ser humano pudiera pisar el área, todavía desierta pero vibrando con la presencia del Trino Dios.  ¡Qué cuadro de lo que Dios haría para que Moisés llegara a ver la faz de Jehová!  Pero él tendría que desaprender más y luego aprender a dejar que Dios fuera Dios en todo sentido, el cuándo, el cómo, el dónde y el para qué fin. Lo primordial era la santidad de Dios. "Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es" (3:5). No hay lección más básica que ésta.  Dios no se invierte en lo carnal. Ante todo requiere la santidad.

            C.   Ahora en este momento electrificado Dios toma la iniciativa.  Dios se identifica en términos de los pactos con sus antepasados: "Yo soy el Dios de tus padres, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob".  Hace años que no oía semejante palabra: "cubrió su rostro porque tenía miedo de mirar a Dios" (3:6). Dios le dio órdenes y nueve veces enfatiza el pronombre «yo,» «mi,» etc.: "bien he visto . . . . he oído . . .he descendido  . . . he visto . . . te enviaré."  Son claras las órdenes de marchar. Dios mismo se encargaba de hacerse responsable de esta liberación. No era la carga de Moisés.  En Egipto antes Moisés había tergiversado el plan de Dios.  Ahora no pudo menos que hacerle frente.  Pero lo hizo primero con preguntas algunas válidas, otras no tanto.

11.       Cinco argumentos presentados ante Dios, unos lógicos, otros no  Éxodo 3:11- 4:17

            A.  La primera pregunta de Moisés se entendía bien después de su temprano fracaso en Egipto (Ex. 2:11-14).  "¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?" (11)  Vemos la paciencia de Dios. No critica a Moisés a causa de la pregunta.  Dios recordaba muy bien su fracaso en Egipto. Ya fracasó una vez, la segunda vez se le hace imposible.  Moisés tenía razón en eliminarse.  Esta desconfianza está bien puesta.  Pero nada procede nunca de la carne, ni la educación, ni mucho menos el orgullo.  La respuesta de Dios es sencilla: "Ve, porque yo estaré contigo; y esto será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis en este monte" (12). La simple afirmación de la presencia de Dios debe bastar para el siervo verdadero de Dios. Dios no nos abandona en ningún encargo.  Tenlo por fe. Dios hasta le dio a Moisés una señal: "me servirá en el este monte de Horeb (Sinaí)."  Esta pregunta suena bien: "¿Quién soy yo?"  Suena como si no tuviera ninguna confianza en la carne, pero tras ella estaba, como veremos, un desánimo, una humildad falsa que no complacía a Dios.

            B.   La segunda pregunta es realista y por eso no es mala en sí. "He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre? ¿qué les responderé?" (13). Dios con mucha paciencia y comprensión dice: "YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros" (14).  Dios usa de ocho versos para  contestar a fondo el valor y el poder de su nombre (3:14-22).  Me impresiona mucho que Dios sea muy comprensivo para contestar hasta las preguntas nuestras para que nos ubiquemos en su voluntad y que no nos sintamos forzados por la voluntad de Dios.  El nombre de Jehová, YO SOY LO QUE SOY, elocuentemente expresa la independencia de Dios, su inmutabilidad; nunca conoce lo inesperado, lo difícil, lo imposible. Serenamente hace su voluntad en todo momento para lograr sus propios fines infinitos. Desde el punto de vista de Dios, Moisés no tiene por qué preocuparse por lo imposible de la tarea por delante.  Recursos sobreabundarán. De esta manera Dios consuela a Moisés dándole la oportunidad de confiar sólo en él mismo y no tener por qué dudar de él nunca.  "Basta mi gracia" (2 Cor. 12: 9).

            La respuesta de Dios a esta pregunta está completa. Le informa a Moisés qué decir, qué explicar a los ancianos y aun cuál serán las consecuencias finales.  Dios le explica en detalle diciendo: "Mas yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte. Pero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir; Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los egipcios, para que cuando salgáis, no vayáis con las manos vacías" (19-21). ¿Qué más pudiera pedirle Moisés?  Pero todavía falta  la plena sumisión de Moisés.  Ese encuentro viene pronto.

            C.  La tercera pregunta agrega algo de la duda residente en Moisés (4:1-10).  Ahora se pone la cosa más difícil, Moisés es más resistente. Otra vez Dios responde con dos fuertes señales para fortalecer la poca fe y la obstinación creciente de Moisés. Hasta ahora Dios ha ido a duras penas para asegurar a Moisés que él mismo se encargará de este proyecto, difícil pero finalmente triunfante.  Pero Moisés responde con la duda. "He aquí que ellos no me creerán, no oirán; porque dirán; No te ha aparecido Jehová" (4:1). A pesar de lo negativo de Moisés, Dios le hace una simple pregunta: "¿Qué es eso que tienes en tu mano?" ( 4:2).  No fue para nada una pregunta difícil.  La vara del pastor había acompañado a Moisés por los cuarenta años.  La vara representaba su manera de ganarse la vida, nada espectacular, sólo una vara común y corriente. Pero Dios había usado una zarza ardiente para llamarle la atención. Usaría una vara nada grande  para mostrar su poder.  En otro sentido Dios quería que Moisés le entregara su manera de ganarse la vida.  Es todo lo que Moisés tenía, pero sólo en las manos de Dios tendría su éxito.

            Grande fue la sorpresa cuando obedeció a Dios y la echó al suelo que se convirtió en culebra. "Y huía Moisés delante de la culebra." No cabía duda de que había visto como pastor en el desierto muchas culebras, pero ésta era bien diferente. Otro mandato de parte de Dios: Agárrala por la cola. Un movimiento no muy sabio, mejor por la cabeza para prevenir la mordida.  Pero tan de repente se cambió en la vara de Dios. Reafirma Dios que los ancianos sí lo van a creer. Y para convencerlo como más tarde a Gedeón (Jueves 6:36-40), la segunda señal le fue un gran "shock".  Otro mandato de parte de Dios: "mete tu mano en tu seno" Metió la mano y al sacarla estuvo leprosa como la nieve (7). De nuevo el mismo movimiento y salió sana.  Para darle la tercera señal profetiza que podrá tornar el río (el gran Río Nilo) en sangre.¿Qué más pudiera Dios hacer para probarle a Moisés que él mismo era capaz de llevar a cabo este proyecto?  ¡Tanta paciencia de Dios con Moisés!

            D.  La cuarta queja: ¿sería una excusa que ahora niega los dones para llevar a cabo la liberación? De repente Moisés se queja: "¡Ay, Señor¡ Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a su siervo, porque soy tardo en el habla y torpe de lengua" (10).  El Nuevo Testamento contradice esta excusa (Hechos 7:22), pero de todo modos es claro que Moisés no quería ir. Ante semejante oposición de Faraón y lo desconocido de los ancianos, de plano no quiso ir. Andaba buscando un pretexto. Quizá Moisés fuese sincero en sentirse incapaz; quizá los años en el desierto se le habían acabado todo talento de elocuencia. ¡Hablando a las ovejas y chivas por cuarenta años no le prepara uno a ser líder ante Faraón!  Pero tras esto hay una resistencia a Dios. Surge una insinuación que Dios le pone una trampa.  Tenía la osadía de contradecir a Dios quien le había protegido la vida hasta este momento.

Con una pregunta retórica Dios acaba con su excusa: "¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quien hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego ¿No soy yo Jehová? ". Tal declaración debiera haber puesto fin a toda duda. Pero todavía no había llegado a tal fe Moisés.  De repente Dios le asegura al vacilante Moisés: "Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boda y te enseñaré lo que hayas de hablar" (11,12).  A cualquier santo del Antiguo Testamento, tal como a José y a Josué, debía bastar tal garantía de la presencia de Dios.

            E.   La  quinta queja, el colmo de la desobediencia (13). Y él dijo: "¡Ay Señor! Envía, te ruego, por medio del que debes enviar" (13).  Moisés revela su terquedad ante la intervención de Jehová, después de tantas señales y promesas divinas. De plano Moisés no quiso doblar la voluntad, porque no se veía capaz de aguantar semejante amenaza de Faraón, recordando muy bien su fracaso rotundo hace cuarenta años. Implícitamente confiaba en sí y tras lo que parecía la humildad (falsa) o desconfianza en sí, realmente estaba desafiando a Jehová.  Tras su queja: "Envía, te ruego, por medio del que debes enviar" está un cuestionamiento de todo el plan de Dios y su papel en él.  Que Dios lo lleve a cabo, pero sin él.  Pero Dios le había dicho plenamente: "Te envío a ti a liberar a mi pueblo." No hay disfraz para la desobediencia.

            Lo que sigue revela la inconformidad de Dios ante Moisés, su llamado. "Entonces  Jehová se enojó contra Moisés" (14).  No es cosa pequeña cuando Dios se enoja.  Hasta ahora Dios le había mostrado tanta paciencia, dándole repetidas señales y reafirmando su sagrado pacto con los padres. Dios había caminado más que la segunda milla con Moisés para asegurarlo de su poder y su iniciativa en todo el proyecto.  Dios hasta había respondido a sus cuatro preguntas o argumentos.  Pero no aguanta más. Moisés por su orgullo, no quería fallar otra vez. "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (Sant. 4: 6).  No quiso Moisés someterse a Dios y a su llamado de ir a Faraón (Sant. 4:7).

            Lo triste que sigue es que Dios le permitió que Aarón, su hermano mayor, lo acompañara ir a Faraón.  En lugar de ver Moisés la intervención directa de Jehová a su lado, tendría que compartir  la liberación con Aarón quien en el futuro sería un gran tropiezo para Moisés.  Evidencia: Aarón hizo el becerro de oro y permitió pecar a Israel  grandemente contra Dios (Éx. 32:1-35). Más adelante Miriam y Aarón serían otro tropiezo contra Moisés en quejarse de su esposa (Núm. 12:1-15).   Moisés perdió el privilegio de ver obrar a Dios como quería Dios. A fin de cuentas, Moisés aceptó lo segundo en lugar de lo primero de Dios.  Por no querer obedecer, tendría mayor problema en la persona de Aarón. Al final de cuenta es Moisés quien trató con Faraón y Dios hizo a un lado a Aarón.

            Por fin la historia se torna positiva. Después del enojo de Dios, vuelve a prometer a Moisés su presencia y termina por decir: "Y tomarás en tu mano esta vara, con la cual hará las señales" (4:17).  Aarón lo acompañaría, pero sería la vara de Dios en la mano de Moisés.

111.     Las grandes lecciones por aprender en este llamado de Moisés

            1.)  Con Dios el tiempo no es nada. Sólo Dios sabe la hora y cuándo da la hora (kairos – el momento oportuno), nos toca responder.  Cuarenta años en Egipto no le capacitaron, cuarenta años en el desierto tampoco. Lo que vale es ese encuentro personal cuando Dios se mueve. Que sepamos el día de nuestra visitación.  No nos corresponde decir: mañana. "Por lo tanto, como dice el Espíritu Santo: Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones" (Heb. 3: 7,15).

            2.)   Dios acepta la pregunta sincera, la pregunta que no entiende bien el camino, pero con tal que venga acompañada de la buena voluntad de hacer su voluntad. Dios no nos castiga por preguntar: Señor, ¿a dónde? ¿cuándo?  Nos tendrá infinita paciencia frente a no saber el qué.  Pero no puede aguantar la duda que cuestiona su persona, su poder y su derecho de mandarnos según su propio plan.

            3.)   Dios hará su obra a su manera y a su tiempo. Nos corresponde obedecerlo y aceptar el proceso doloroso del desaprendizaje de nuestra sabiduría.  Dios tiene que reducirnos antes de poder encomendarnos su proyecto. "Yo Jehová; éste es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas" (Isa. 42:8). Es cuestión del corazón, no del intelecto; es cuestión de someternos, humillarnos, dar los pasos de fe con ojos puestos en él.

            4.)  A quien Dios llama, a quien capacita.  Hará todo lo necesario para forjar nuestro carácter.  Más le interesa nuestro andar delante de él que cualquier preparación académica o teológica que tengamos.

            5.) Dialogar con Dios bajo condiciones nuestras no nos corresponde.  Dios es soberano y hará la obra con nosotros o sin nosotros.  Los israelitas no quisieron entrar en Canaán y murieron en el desierto. Sólo entraron Josué y Caleb. Hasta Aarón y Moisés murieron.  Pero Dios escoge por nombre a los hombres y a las mujeres que llame para llevar a cabo su obra, pero sólo y siempre bajo sus condiciones de la humillación y la fe.

            6.)  Moisés tuvo que morir a su ego, el «yo», a su pasado triste, a sus limitaciones para poder volver a vivir en el poder del YO SOY.   Éste es el camino de la cruz. Jeremías nos dijo: "Si entresacares lo precioso de lo vil (lo inútil), serás como mi boca" (Jer. 15:19). Moisés iba en camino a ser la boca de Dios frente a Faraón. Habrá más lecciones por aprender, pero Dios ya tenía al hombre que sería prototipo del gran profeta que había de venir, Jesucristo. "Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare" (Deut. 18:18).  No puede haber mayor honor dado a Moisés.  No empezó así, pero así terminó.  A Dios sean las gracias.  Tal es nuestra confianza en nuestro gran Dios.

Ernesto Johnson

Instituto Bíblico Río Grande

Edinburg, TX

(para otros estudios, clic en Dr. Gordon {Ernesto} Johnson - Retos Desde la Cruz)

25 de enero de 2006