Gordon E. Johnson

RETOS DESDE LA CRUZ

Los triunfos de la gracia en la vida de Moisés (5)

El líder frente a los desafíos de la voluntad de Dios (b)

Éxodo 17:8-16; 32,33; Números 11,12

G. Ernesto Johnson

Instituto Bíblico Río Grande

Introducción

En los otros estudios de Moisés hemos trazado la protección y la providencia de Dios en  la niñez, la adolescencia y la resistencia de Moisés frente a su llamado.  Pero aun en tal tiempo, Dios obraba profundamente en Moisés según Hebreos 11:23-29. Después de Abraham (trece versos dedicados a él), el escritor de Hebreos dedica siete versos a Moisés. Su fracaso en Egipto, sus cuarenta años en el desierto y el trato de Dios con él quebrantó su corazón; sus circunstancias iban a ser la escuela de la disciplina que produciría al gran caudillo que llegaría a ser. Dios seguiría forjando a Moisés a su imagen y lo haría a través de las pruebas duras y los desafíos de su liderazgo. De éstos debemos sacar las lecciones nuestras.  Sólo en la escuela de la disciplina divina prepara Dios el corazón de su siervo(a). En el lenguaje del Nuevo Testamento a través de la Cruz, la muerte y la resurrección, en el siervo(a) aparece por vía de muerte la vida nueva, "el grano de trigo que muere, lleva mucho fruto" (Juan 12:24).

1.         La guerra contra Amalec, la lucha contra el enemigo de afuera  Éxodo 17:8-16.

            A.   Justo después del maná, la roca que chorreó agua, viene la guerra contra Amalec.  Dios introdujo a Moisés de golpe en la realidad de que el diablo y la carne se oponen al espíritu.  No hay camino color de rosa sino siempre  la oposición de afuera.  La carne o el egoísmo de Israel se vio en Masah y Meribah (Ex. 17:7; Heb. 3: 8,9).  "Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim" (Ex.17:8).  Moisés no se sorprendió pero dio órdenes a Josué (la primera mención de Josué) que escogiera varones para pelear. Se dio cuenta, sin embargo, que la batalla no dependería de las fuerzas de los israelitas sino de la vara en su mano; "Mañana estaré sobre la cumbre del collado, la vara de Dios en mi mano" (9). Esta lección se repetiría mil veces en la historia de Israel. Una lección frecuentemente veces olvidada. " No con ejército, ni con fuerza , sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos"(Zac. 4:6). Ningún líder debe verse exento de la oposición del enemigo o de Amalec, tipo del diablo y su primer aliado, la carne.

            B.  La pelea va de acuerdo de las leyes de la oración y la autoridad delegada.  Lo que siguió corresponde precisamente a la realidad espiritual. "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sin contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de la maldad en las regiones celestes" (Ef. 6:12).  Sólo los recursos espirituales bastan para hacer frente al enemigo. Moisés entendía bien el poder de la vara, la autoridad delegada por Jehová.  Nos corresponde la misma autoridad bajo las condiciones de la Cruz, la muerte del «yo» y nuestro sentarnos en lugares celestiales (Efesios 2: 6-10).

            C.  La pelea es real y corresponde a la persistencia y la intercesión  Éx. 17: 11-13

En las batallas espirituales la victoria no se gana en un dos por tres, sino asegurada la victoria por la fidelidad, el manejo sólo de los medios espirituales, la fe y la persistencia.  La lucha cósmica en que nos encontramos no es una mera escaramuza sino una batalla real pero lograda la victoria en base de la Cruz de Cristo.  La última batalla librada y ganada fue la de la Cruz. "Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen." (Heb. 5: 7-9).

            El vaivén de la batalla acompañaba la intercesión de Moisés. Aarón y Hur lo sostenía y con cada esfuerzo arriba en los lugares celestiales abajo en la guerra librada acompañaba la victoria. Con la ayuda de los dos, Moisés se mantenía firme hasta el puesto del sol.  Pablo solía pedir tal oración a su favor en la batalla espiritual librada en la prédica (2 Cor. 1:11; Ef. 6:18-20;  Fil. 1: 19; Col. 4:3)

            D.   Esta pelea resultó en un nuevo nombre de Dios para Moisés Éx. 17:14-16

"Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo" (17:14). Aquí vemos la implacable ira de Dios contra Amalec, tipo del diablo y su primer aliado, la carne, el viejo hombre. Es interesante que éste sea un consejo para Josué, el principiante en su primera de muchas batallas futuras. Dios lo iba equipando para el futuro. Batallas las habrá pero la victoria se gana sólo por la oración y la persistencia. Lo más interesante es que "Moisés edificó un altar y llamó el nombre Jehová-nisi.: Jehová es mi estandarte. Cada victoria espiritual nos prepara para conocer a Dios de manera más íntima y poderosa Por eso vale la pena toda prueba.

11.       En medio del dar de la ley, el fracaso del pueblo ante el becerro de oro  

            A.   Moisés ya estaba en el dar de la ley y los estatutos con respecto a la vida y la adoración  Salieron de Egipto y en el tercer mes Jehová los confronta con el dar de la ley. "Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardaréis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos: porque mía es la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa" (Éx. 19:5, 6).  El dar de la ley marcó el principio de la nación hebrea. Siguen las instrucciones de cómo acercarse a Dios, cómo servirlo. Luego Dios invitó a Moisés, Aarón, Nadab y Abiú y setenta ancianos a acercarse a sí.  En ese momento solemne Moisés " tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová  ha dicho, y obedeceremos . . . Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo" (24: 1,7, 8). Luego subieron Moisés y Josué al monte de Dios y luego sólo Moisés y un nube lo envolvió. Por cuarenta días recibió  los diez mandamientos escritos y todos los detalles tan significativos sobre cómo acercarse a Dios y cómo servirlo  (Éx. 25-31:17). Israel había aceptado el reto de su privilegiada posición ante Jehová y todo el mundo. Pero no se daban cuenta de las demandas de la santidad ni de su propia pobreza espiritual. Pronto se haría tan manifiesta.

            B.   Tan olvidadizos de su profesión de lealtad ante Jehová, confeccionaron un becerro de oro. Éx. 32:1-3.,  Moisés tardó los cuarenta días en presencia de Jehová.  Iba a traer las dos tablas de la ley escritas por el dedo de Jehová (31: 18). Abajo el pueblo le dijo al débil Aarón: "Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido" (32:1). ¡Qué escandaloso es todo esto!   Ahora Aarón, la voz de Moisés, traicionaría a su hermano, resultado de la resistencia de Moisés frente a su llamado original (Éx. 4:10-16).  Moisés iba a lamentar aquella pobre excusa, porque Aarón para nada le ayudaría. El brazo de la carne siempre nos falla.  "Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se parta de Jehová" (Jer. 19:5).

            Rápido juntaron los zarcillos de oro y se los dieron a Aarón. De lo malo a lo peor dijeron este sacrilegio: "Estos son tus dioses, que te sacaron de de la tierra de Egipto" (4). Aarón edificó un altar al becerro y dijo: "Mañana será fiesta al Señor" ( 5).  ¡Qué blasfemia y sincretismo! "Y el siguiente día madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz, y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse" (6). Pablo lo toma en cuenta en 1 Cor. 10:7 en su advertencia a los corintios: "Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar."  Pero de inmediato Dios sabía lo de la idolatría y se enojó justamente.  En tal momento dijo a Moisés: "Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande" (10). 

Tal vez Dios se lo dijera con el fin de ponerle a prueba, pero de todos modos,

Moisés mostró más interés en el nombre del Señor, su reputación ante los egipcios y sobre todo, su fidelidad hacia el pacto con Abraham, Isaac y Jacob y así imploró a Dios que los perdonase (32: 11-13).  Aquí se encuentra una de esas oraciones intercesoras sin par en el Antiguo Testamento.  Su intervención mediador discute con Jehová como Abraham ante Jehová y el castigo de Sodoma y Gomorra (Gen 18).  

Dios mismo atendió a la oración de ese gran líder espiritual. No pedía nada para sí mismo, sino que fue motivado sólo por el nombre de Jehová.  En esto Moisés mostró el espíritu de Cristo ante la Cruz. "Ahora está turbada mi alma: ¿y diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre" (Juan 12: 27, 28). Ahora sale de Moisés la calidad de su liderazgo – se pone como mediador entre Dios y su pueblo rebelde.  Moisés da evidencia de Cristo mismo cuando en la Cruz  se puso entre el Dios santo y el mundo perdido. Fue conmovido el corazón de Dios y "se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo" (32:14). Dios mismo reconoce la calidad de la vida y la petición de Moisés y responde.  Sigue sin embargo las consecuencias para el pueblo.

            C. La pobre excusa de Aarón y el desafío aceptado por los Levitas Éx. 32:15-35

Dios le había dicho a Moisés el gran pecado del pueblo (32: 7-9).  Al descender del monte, se oía la voz de canto y desenfreno; Moisés en un momento de indignación santa,  arrojó las tablas de sus manos y las quebró al pie del monte, la misma obra de Dios (16). Al confrontarse Moisés con Aarón, le dio la excusa más  estúpido que jamás se haya oído: "No se enoje, mi señor, tú conoces al pueblo, que es inclinado a mal, porque me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros  . . .  Yo les respondí: ¿Quién tiene oro? Apartádmelo. Y me lo dieron, y lo eché en el fuego y salió este becerro" como si ni estuviera presente ni tuviera ninguna culpa. Tal fue la respuesta de la carne que no puede reconocer su mal.

            Moisés respondió agresivamente, pero como Cristo ante los cambiadores de dinero (Juan 3:13-15): "Quien está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví. Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente" (32: 26,27).  Resulta casi increíble que los de Leví hicieran lo que hicieran, pero murieron tres mil hombres. La obediencia a costa de sus propias familias ilustró lo que Jesús exigió a todos sus discípulos: "El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a hijo o hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.  El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará" (Mateo 10:37-39). Moisés se dirigió a los levitas asegurándoles de la bendición especial que ese día tendría (32:29). Aarón el escogido sumo sacerdote falla miserablemente, pero los levitas recibieron la bendición de poder servir en las cosas sagradas del señor.

            D.  El clímax del liderazgo cristo-céntrico, Moisés dispuesto a ser anatema por los suyos.

            Lo que sigue  revela como ninguna otra cosa el corazón de Moisés, líder fiel y abnegado, asumiendo el espíritu de Jesús. "Dijo Moisés: Vosotros habéis cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado" (32:30).  Moisés usó la palabra «kofer», la raíz de la idea de la expiación y la propiciación.  Tal era su corazón que estaba dispuesto a ponerse a muerte por su pueblo rebelde. Cuando se ofreció a sí mismo a Dios agregó: "que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito" (32). El apóstol Pablo manifestó el mismo espíritu de corazón al decir: " . . . tengo tan tristeza y continuo dolor en mi corazón porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, lo que son mis parientes según la carne" (Rom. 9:2,3).  Éste es el Espíritu de Cristo manifestado claramente en un santo del Antiguo Testamento.

            Aunque Moisés se ofreció a ser sacrificio, Dios no pudo aceptar su oferta porque ningún hombre pecador puede ser substituto por otro, sólo el unigénito Hijo de Dios (Juan 1:29).  "Ve pues, ahora, lleva a este pueblo a donde te he dicho; he aquí mi ángel  irá delante de ti; pero en el día del castigo, yo castigaré en ellos su pecado. Y Jehová hirió al pueblo, porque habían hecho el becerro que formó Aarón" ( 32:34,35).

111.     Más conflicto para poder comer carne y el de la familia de Moisés Números 12

A.  Otro motín entre el pueblo con respecto a comer carne Números 11 y 12

            En el segundo año Israel marchó desde Sinaí; en camino se levantó otro motín, antes por el agua, luego por el maná y ahora por la carne. Nada satisfacía a este pueblo quejoso. Llegó a tal grado que Jehová se encendió en ellos fuego (Núm. 11:1) Oró Moisés por ellos y Dios se lo quito y se llamaba el lugar Tabera (incendio).  La gente extranjera precipitó  la queja y los israelitas se dejaron llevar a tal punto que no pudo más  el pobre Moisés.  

Después de todo hay límites a ser humano. El pueblo se quejaba tanto que aun Moisés se dejó llevar y dijo a Dios: "Por qué has hecho mal a tu siervo?  ¿y por qué no he hallado gracias en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí? ¿Concebí yo a todo este pueblo?  ¿Lo engendré  yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres? (11:11,12). Se desesperó Moisés a tal grado que Dios lo tomó en cuenta y le dijo que juntara a los setenta varones  para que Dios pusiera sobre ellos su espíritu para aliviar la carga al pobre Moisés.  Aquí vemos a Dios tomando en cuenta los límites humanos. Aunque la causa del pueblo era injusta, Dios se dio cuenta de la fragilidad de Moisés y le ayudó por repartir el peso tan duro sobre Moisés. Después de este alivio, Dios envió a codornices en cantidad y les dio de comer aun en el desierto.  Pero Jehová los iba a castigar.  Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira  de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová con una plaga muy grande" (Núm.11:33).

B.  De inmediatamente se le presentó a Moisés otra prueba fuerte, un disgusto de María y Aarón en cuanto a su matrimonio a una cusita (Núm.12:1). Dios no lo condenó, al contrario lo defendió. No hay problema más grave que el que está en el seno de la familia. Entró en María y luego ella afectó a Aarón la envidia y los celos, evidencia de la carne en control de estos dos que antes habían cantado con tanta elocuencia el triunfo sobre los egipcios (Éx. 15). Se manifestó la envidia con esta queja tan común: "¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová" (Núm. 12:2).

No hay nada peor que el celo "espiritual."  Dios tomó cartas en esta situación y los llamó a los tres al tabernáculo. Defendió a Moisés delante de los dos;  Moisés no dijo palabra alguna, al contrario hay un comentario inspirado que "Moisés era muy manso, más manso que cualquier hombre sobre la tierra." (12:3).  Se ha dicho que si nos defendemos, Dios no puede, pero si no nos defendemos, hará Dios.

¿Cómo se resolvió este problema?  Desapareció la nube del tabernáculo y de repente María se volvió leprosa, una vergüenza muy fuerte, casi como si hubiera muerto.  De inmediato Moisés, lejos de defenderse, clamó a Dios que la sanara. "Te ruego, oh, Dios, que la sanes ahora" (13).  Dios contesta la oración, pero muestra su disgusto divino por decir que aun un insulto ante su padre requeriría siete días de estar fuera del campamento, cuánto más esta crítica tan envidiosa. Resultó que por siete días todo el pueblo no pudo avanzar nada, porque María había criticado a su hermano sin causa.  Una vez más Moisés mostró la calidad del verdadero líder espiritual; no se defendió sino dejó que Dios arreglase la cosa.

1V.       Las cualidades del verdadero líder frente a las pruebas y las injusticias.

            1.   Cualquier avance  espiritual trae la oposición de Amalec y sólo la oración trae la victoria.  Como Cristo se encontró de repente con los demonios (Mateo 8:28-34), Pablo en la isla de Chipre con el brujo, Barjesús (Hechos 13:6-12)  y en Filipos, la primera ciudad de Europa hubo la oposición de aquel espíritu de adivinación (Hechos 16:16).  Se debe esperar el ataque diabólico. Moisés hizo frente a Amalec con la intercesión poderosa.

            2.   Cuando Dios se revela como en Sinaí en el dar de la ley, la carnalidad y los débiles como Aarón se complacen en promover la idolatría y son ciegos de su pecado.  Moisés se enojó con razón, pero a la hora intercedió por el pueblo hasta proponerse anatema.  Mostró el espíritu de Cristo al darse a sí mismo por nosotros.

            3.    Frente a los celos y la crítica de su propia familia no se defendió como Cristo  "cuando padecía, no amenazaba, sino encomendó la causa al que juzga justamente" (1 Ped. 2:23).  Moisés perdonó tanto a María como a Aarón y oró por ellos usando de la mansedumbre la cual Dios honró por defenderlo y castigar a la culpable que influyó en su débil hermano, Aarón.  Dios forjaba a Moisés según el modelo del Crucificado.

G. Ernesto Johnson
20 de abril de 2006