Gordon E. Johnson

RETOS DESDE LA CRUZ

TRES MODELOS DEL LIBERAZGO  (5)

JONATÁN

Dr. Ernesto Johnson

Introducción

            En el estudio pasado vimos la valentía, el coraje de Jonatán, frente aun a su propio padres que “ha turbado el país (1 Sam.14:29).  En esa ocasión Saúl había hecho un voto necio de no dejar que ninguno en busca del enemigo comiese nada (24).  Jonatán, habiendo empezado la batalla con el fin de probar la fidelidad de Dios (14:6), lo ignoraba (27). Después de derrotados los filisteos Jonatán tomó un panal de miel.  Para poner peor la cosa, Saúl quería usar el arca como un amuleto (18,19), pero Dios intervino y no fue posible tal pecado. A pesar de la infidelidad de Saúl, Dios les dio la victoria (v.23).  En el alboroto algunos comieron  sangre por el hambre que traían (32,33) y Saúl lo vio como un gran pecado sin darse cuenta que él mismo lo había ocasionado tal cosa.  Para apaciguar a su concepto a Dios construyó un altar y sacrificó una ofrenda (35), lo cual no le correspondía hacer.  Por eso Dios no le oyó (37).  Vemos así el principio del fin de Saúl que iba de mal en peor. En el siguiente capítulo dio el último paso para abajo en no obedecer a la orden de Dios a través de Samuel (1 Sam. 15:1-3).

1.         La Amistad de Jonatán ante David

            La  providencia soberana de Dios es vista en el ungir de David como el rey futuro (1 Sam.16).  Fue una selección poco probable, un joven pastor pero a quien Dios había escogido desde antes de la fundación del mundo.  Sería un “varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero” (Hechos 13:22).  Con el ungir de David, el Espíritu de Dios quitó la unción como rey a Saúl. La había perdido por su  desobediencia enraizada en su orgullo y amor de su fama.  Con consecuencia de ello, un espíritu malo, permitido por Dios afligía a Saúl (1 Sam. 16.14). Se le sugirió que un arpista pudiera calmar su irritación. Esto resultó en la llegada del joven arpista, David, quien por un rato pudo calmar  tales ataques endemoníacos. Sin duda esto resultó en el primer encuentro de Jonatán con David. Dice el autor: “Y viniendo David a Saúl, estuvo delante de él; y él le amó mucho, y le hizo su paje de armas ”(16:21).  Saúl reconocía el valor de David, concepto que cambaría después

            Luego sucedió la gran victoria cuando Dios capacitó a David a matar a Goliat (1 Sam. 17). Así unos años después, David fue invitado a la corte como el predilecto del Saúl. Como Dios bendijo a José en la casa de Potifar, en la cárcel y la corte de Egipto. Dios bendijo a David  de tal manera que las mujeres cantaban lo que disgustaba mucho a Saúl. “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles” (18:7). El orgullo iba ganando diariamente en la vida del Saúl, abandonado por Dios, y se ponía enojadísimo Saúl.  “Y desde aquel día Saúl no miró  con buenos ojos a David” (9).  De ahí en adelante iría de mal en peor esta relación.

11.       El Pacto de Jonatán con David   1 Samuel 18

            Entra Jonatán en este combate y ello pondría en agudo contraste el corazón del hijo una vez más en contra de su padre.  Otra vez vemos la valentía, el coraje de Jonatán.  Sabía reconocer la bendición de Dios sobre David aunque sería a costa de su propia futura posición real. El autor lo reporta así: “Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David y lo amó como a sí mismo.” (1 Sam. 18:1).  A principio Jonatán no se dio cuenta del costo que pagaría, pero había en Jonatán una lealtad, un reconocimiento de la mano de Dios en su amigo, David, que más adelante cuando se puso muy caliente la relación con su padre nunca vaciló; en cambio la oposición de su padre sólo fortaleció su apego a David y su llamado de Dios.

            Veo en Jonatán una cualidad esencial en el líder que sabe reconocer a quien Dios bendice y aun a costo personal está resuelto a honrar a tal.  NO entra en la ecuación sus propios intereses, ni ventajas ni desventajas. Hay pocos colegas que están dispuestos a la hora de la prueba a apegarse a quien Dios llama. Jonatán estaba tan dispuesto a poner su futuro en la línea y públicamente haría un pacto que sería bien conocido por su propio padre.“E hicieron pacto Jonatán y David—la iniciativa parece ser de parte de Jonatán—porque él le amaba como a sí mismo. Y Jonatán se quitó el manto que llevaba, y se lo dio a David, y otras ropas suyas, hasta su espada, su arco y su talabarte” (18:3,4).  En ese acto público, Jonatán rindió su futuro seguro en manos de David.

111.     ¿Qué tal  Nuestra Relación con el Hijo Mayor de David

            ¡Qué tremendo ejemplo de que cómo debemos rendirnos a nuestro Hijo Mayor de David, Jesucristo!  El hijo del rey actual por amor de su amigo, amor fraternal, no pidió cosa alguna; le entregó “su espada, su arco y su talabarte.”  Quedó sin nada por amor del ungido de Dios. 

Hermanos, es ejemplo de la motivación más poderosa posible, el amor hacia Dios.  Pablo ilustra esto en 2 Cor. 5 en defensa del llamado que vive debajo el signo de la Cruz. Aunque el mundo nos ve locos, este rendimiento es sano e imperativo. “Porque si estamos locos, es para Dios; y somos cuerdos, es para vosotros. Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel murió y resucitó por ellos” 2 Cor. 5:13-15). 

Ve Ud. que tal creyente tiene un nuevo centro, no el yo, aun sirviendo a Dios de todo corazón tantas veces en la energía de la carne. Ha habido un radical “transplante de corazón.”  Hay un nuevo señor y nuestro mayor gozo es rendirnos ante él.  No vivimos para nosotros mismo sino para aquel que murió y resucitó y hace manifiesto en nosotros sus propias virtudes.

Sin embargo, si uno examina más de cerca 5:14 no es tanto el amor nuestro para con Cristo en Dios sino el amor de Dios hacia nosotros.  Tal amor es constante, invariable e infinito. ¿Pero dónde nos mostró Dios ese amor? ¿en sus enseñanzas? ¿en su ejemplo? ¿en su vida de servicio?  NO, nos mostró ese amor en la Cruz cuando murió por nosotros, en nuestro lugar (sustitución) y más aún, cuando morimos en él al pecado, a nosotros mismos, (Ro. 6:2-6 identificación), a la ley (Ro.7:4), al mundo ( Gal. 6:14). Ese amor duro puso fin a nuestro enamoramiento fanática de nosotros mismos, nuestro orgullo.  La Cruz viene siendo la base firme y constante de nuestra lealtad y fidelidad.

            A base de ese amor él hacia nosotros, en gracia y en gratitud nuestro amor hacia Jesús crece y se manifiesta voluntariamente en nuestras decisiones de no buscar nuestros fines, nuestros intereses personales. Tal amor nuestro y tal crucificado que ya vive en nosotros nos da gusto rendir “nuestra espada, nuestra arca y nuestro talabarte” ante el Hijo Mayor de David. ¡Ojalá que aceptemos esta verdad cuando nos presente en tiempos de sufrimiento, injusticia y problemas por todas parte!  Seguiremos el ejemplo de Jonatán hacia nuestro Hijo Mayor de David.

1V.      El Pacto de Jonatán con David Puesto a Mayor Prueba

            Con el transcurrir de tiempo Saúl  tenían más celos aun de David.  La situación de Jonatán ante su padre debió haber puesto mucho más difícil. ¿Qué debía hacer?  Estoy seguro que Jonatán se preguntaba: “¿No hay la manera de resolver esta tegua¿  Cuando hay estos antagonismos en la obra del Señor, cuando los celos y el orgullo se ahondan, hay quienes tratan de ser pacificadores  a veces con buena intención.  Pero no hay la manera de unir  al espíritu y la carne; son cosas contrarias (Gal. 5:17).

Pablo habó de Hagar y Sara, de Ismael e Isaac en Ga. 4:21-31. “Pero como entonces el que había nacido de la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así  también ahora. Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre”

Las oraciones no pueden armonizar lo que son de polos opuestos.  Claro las oraciones pueden mover la mano de Dios, pero la resolución viene sólo con el quebrantamiento y el arrepentimiento por ambos lados.  Lo del espíritu no puede arrepentirse; porque tiene razón y representa a Dios; claro hablando humanamente, los que son del espíritu deben ir examinado sus motivos y su manera de actuar. Ninguno es perfecto y por eso hay cosas que aprender.  Pero lo de la carne tiene que ser juzgado a fin de cuenta por Dios mismo. La verdad que resuelve este empate es que ya Dios juzgó la carne y sus múltiples manifestaciones en la Cruz. A la medida que ambos lados hacen frente honestamente de ello, el Espíritu Santo hace la obra.  Pero no es obra de ningún comité nombrado ni ningún consejero por preparado que esté.  Sólo la Cruz aplicado al corazón hace la diferencia.

Volviendo a Saúl y a Jonatán David hace la pregunta algo desesperado: “¿Cuál es mi maldad, o cuál mi pecado contra tu padre, para que busque mi vida? (1 Samuel 20:1).  Jonatán está entre la espada y la pared.  Entre los dos suponen la manera de resolver la pregunta, si no el problema.  David no llegaría al palacio y si Saúl no comenta sobre su ausencia puede ser positiva la situación.  Si se queja de la ausencia Jonatán iba a tratar de apaciguar a su padre” ( 5-10). Tan afligido es David que dice: “Harás, pues, misericordia con tu siervo ya que has hecho entrar a su siervo en pacto de Jehová contigo; y si hay maldad en mí, mátame tú, pues no hay necesidad de llevarme hasta tu padre. Y Jonatán le dijo: Nunca tal te suceda. Ante bien, si yo supiere que mi padre ha determinado maldad contra ti, ¿no te lo avisaría yo” (9). 

Los dos siguen hablando considerando las posibles consecuencias. Si resulta mal para David, termina la plática Jonatán por decir: “Esté Jehová contigo, como estuvo con mi padre. Y si yo viviere, harás conmigo misericordia de Jehová, para que no muera, y no apartarás tu misericordia de mi casa para siempre.  Cuando Jehová haya cortado uno por uno los enemigos de David de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea quitado de la casa de David. Así hizo Jonatán pactó con la casa de David, diciendo: Requiéralo Jehová de la mano de los enemigos de David. Y Jonatán hizo jurar a David otra vez porque le amaba, pues le amaba como a sí mismo” (20:13-17).¡Qué fuertes son estas palabras!  ¡Qué lealtad! ¡Qué entrega!

V.        La Prueba Final para los Dos   

             Pero habría otra confrontación más, esta vez Jonatán contra su padre ya entregado a la carne en su odio de David.  Jonatán de la manera más cortes le puso a su padre el plan de David de ir a su casa para celebrar un sacrificar (20:29), por eso su ausencia.  Pero el odio de Saúl era demasiado. Entonces se encendió la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: “Hijo de la perversa y rebelde, ¿acaso no sé yo que tú has elegido al  hijo de Isaí (no quiso pronunciar el nombre de David) para confusión tuya, y para la confusión de la vergüenza de tu madre? Porque todo el tiempo que el hijo de Isaí viviere sobre la tierra, ni tú estarás firme, ni tu reino. Envía, pues, ahora, y tráemelo, porque  ha de morir” (30-31).  No estuvo de acuerdo con su padre y le preguntó qué mal había hecho.

            Ya llegó Saúl al colmo de ira aun contra su propio hijo, tan leal y comprometido con el ungido de Jehová: “Entonces Saúl le arrojó una lanza para herirlo; de donde entendió Jonatán que su padre estaba resuelto a matar a David” (33).  Casí no pudo aguantar Jonatán la ira de su padre hacia su amigo (34)  No le entró por un minuto el pensamiento de traicionar a David, buscando sus propios intereses. Los había dejando en mano de Dios.

Según el plan de los dos, iban a reunirse fuera del pueblo y por señas predeterminadas David sabría del atentado de Saúl contra David. Lo peor resultó. Ahora sólo queda la final despedida tristona.  Era claro que no podría haber resolución con la carne y los celos locos de Saúl. “ Y luego que el muchacho se hubo ido, se levantó David del lado del sur, y se inclinó tres veces prostrándose hasta la tierra; y besándole el uno al otro, lloraron el uno con el otro; Y David lloró más. Y Jonatán dijo a David: Vete en paz, porque ambos hemos jurado por el nombre Jehová, diciendo: Jehová esté entre tú y yo, entre tu descendencia y mi descendencia, para siempre.  Y él se levantó y se fue, Y Jonatán entró en la ciudad” (41,42).  Esto sería la última vez que se verían.  Fieles hasta el fin.

Jonatán es un cuadro del creyente que reconoce el señorío de Cristo y a gran precio de su bienestar humano opta por abandonarlo todo para dedicarse al Hijo Mayor de David. Su decisión había sido hecha al ver a David y darse cuenta que era el ungido de Dios. Con gusto sacrificó su futuro puesto de rey para luego morir al lado de su padre, cuyo fin sería trágico en gran manera. Será objeto de un futuro estudio.

Cristo había dicho: “Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí. El que halla su vida la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará(Mateo 10:35-39).

Una vez más regresemos a la cruz en la vida del creyente, el futuro líder que Dios llama. ¡Qué nos dé fuerzas para abandonar el yo que toma mil formas sutiles para tomar nuestra posición crucificado con Cristo y vivo para Dios en Cristo Jesús!