Gordon E. Johnson

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RETOS DESDE LA CRUZ

ABECEDARIO DE ROMANOS 1-8

GUÍA PARA UNA MEJOR COMPRENSIÓN DE LA VIDA CRISTIANA

Dr. G. Ernesto Johnson
Presidente Emérito
Instituto Bíblico Río Grande
Edinbug, Texas

Introducción

Presento este comentario en nombre del Señor con el fin de darle al hermano(a) un concepto inmediato de la exposición más clara sobre  la vida en unión con Cristo y en su desarrollo diario.  Jesús en la enseñanza en el Aposento Alto habló de esta unión bajo la figura alegórica de la vid.  "Yo soy la vida verdadera, y mi Padre es el labrador . . . Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece (mora, se queda) en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15: 1, 5). El Apóstol Pablo bajo la inspiración del Espíritu Santo nos da en Romanos 1-8  el cómo, el desarrollo práctico y actual de esa hermosa verdad clave para llevar mucho fruto.

Mi premisa en tratar Romanos 1-8 es que Dios a través de Pablo nos da el meollo del evangelio en Romanos 1:16-17. En estos dos versos el Espíritu Santo capta  todos los elementos básicos de la buena nueva. En breve son:

1).  La buena nueva es el poder (dúnamis --dinámica) de Dios para salvación en el                        

sentido total de la palabra, no como se ha limitado o el uso popular. El evangelio no es poder en sí sino la justicia de Dios en acción (17).

2.)    Es la justicia de Dios para salvación, perdón de todos los pecados pasados, presentes y futuros, es decir, una nueva posición jurídica irrevocable y final.

3.)    Es para todos los que creen, nada más ni menos, la pura fe. Ninguna condición humana se debe agregar, en breve, nada de obras buenas,

4.)    Se está revelando la justicia de Dios –la nueva posición otorgada por fe--en esta salvación tan grande. El justo juez procedió sobre bases éticas de acuerdo con su santidad expresada en la justicia y la justicia en forma de su ira santa para con el pecado. Satisfizo las demandas de su propia ley por aceptar la muerte vicaria y expiatoria de Jesús, su Amado Hijo y en él ofrece en gracia al impío que cree el don de Dios.

5.)    Es una salvación completamente por fe --el medio divino/humano y para fe --fin y propósito.  La salvación es obra netamente de Dios sin mérito humano.

6.)    Es una salvación basada totalmente en la Palabra de Dios, fundamento concretado en la inspiración plenaria y verbal.

7.)    Es una salvación cuya característica es un andar por fe. Nos involucra en un andar de toda dependencia de la Palabra de Dios y de lo que él nos hizo de una vez para siempre.  Según los verbos todos están en el tiempo presente, siempre disponible en toda era.

En breve el evangelio es una nueva posición jurídica ante el Juez otorgada por Dios mismo al impío que cree. Es como si la Corte Suprema de Dios dictaminó  tal perdón. El problema de los pecados y del pecado ha sido quitado una vez para siempre. "Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado" (Heb.10:17,18).

I.    El Gran Problema--el pecado del ser humano  Romanos 1:18-3:20  64 versos

De inmediato Pablo hace frente al problema del ser humano. La santidad de Dios se ve en su justicia --atributo de su ser infinito --en forma de la ira santa.  Su justicia toma la forma de la ley de Dios que dice: "el alma que pecare, ésa morirá" (Ez. 18:4). Dios no puede más que llevar a cabo la ley de su santidad. 

Pablo en los 64 versos define el pecado, su trayectoria histórica y las consecuencias de la injusticia del gentil --en realidad el corazón del ser humano en Romanos 1:18-32. Toma nota que no hay mención del amor de Dios ni de su gracia ni de su misericordia. Primero el juez tiene que proteger su trono. Desde el orgullo de nuestros primeros padres hasta la perversión sexual, Pablo delinea el mal nuestro.

Pablo ahora se acerca al judío quien piensa que no es tan malo como el gentil. Sigue una denuncia aun peor de la justicia propia del religioso, sea judío o gentil. Pero el enfoque cae sobre el judío y su hipocresía en Romanos 2: 1-29.

Para que no haya duda alguna,  Pablo da un resume del gentil y el judío --en breve el corazón nuestro --por un mosaico de textos que condenan al ser humano. Su depravación abyecta no deja ninguna chispa del bien en el ser humano. Toda boca está cerrada delante del Juez. No puede haber ningún remedio de esa fuente humana. Romanos 3: 1-32 cierra la puerta de par en para. El ser humano está en bancarrota.

II.  Pero Queda la intervención del Juez mismo --la Propiciación  Romanos 3:21-31

Desde el negrura de ninguna esperanza brilla la luz del evangelio, de veras la buena nueva presentada en Romanos 3: 21-31, mayormente  en versos 21-26. Pablo hace lucir el don de la justicia --una NUEVA POSICIÓN ante el Juez quien en sí mismo propuso y llevó a cabo esa salvación en pura gracia. Pablo traza que aparte de la ley condenatoria, él "puso (a Cristo) como propiciación por medio de la fe en su sangre para manifestar su justicia" (25).

En estas quince palabras no más, Pablo define el cómo el juez pudo perdonar al miserable culpable. Su ira justa manifestada en las demandas de la ley cayó sobre del inmaculado Hijo quien llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero (1 Ped.2:24). Por tal muerte vicaria y expiatoria la ira de Dios se apaciguó y el amor de Dios siempre presente pudo manifestarse en perdonar y restaurar al más vil pecador. La clave era la propiciación puesta por Dios.  Por medio de: 1.) la gracia a través de Dios; 2.) la sangre de Jesús derramada y por medio de ella; 3.) la fe que está al alcance de quien se arrepienta y confíe en Dios aceptando la oferta del don de Dios.

Toma nota que Dios lo hizo todo totalmente de su parte. Lo hizo de una vez en la cruz hace 2.000 años. El ser humano en bancarrota no quisiera hacer nada ni mucho menos pudiera haber hecho nada, ya muerto en pecados y delitos (Ef. 2:1-10). ¡Qué maravillosa tal trayectoria de gracia!

III.  La Entrada y el andar del creyente en pura fe   Romanos 4:1-25

Pablo por medio de dos grandes ejemplos del Antiguo Testamento ilustra una vez para siempre como se vive la vida nueva en Cristo, nuestra propiciación.  Escoge a Abraham que vivió antes que se diese la ley de Moisés y a David quien vivió después de la ley. De esa manera Dios eliminó de golpe la ley como el medio de la salvación y más adelante de la santificación.  La ley quiere exige nuestro mejor esfuerzo, mejor intento. Pero ni salva ni santifica el esfuerzo humano por bien que aparezca.

Pablo escoge dos episodios claves en la vida de Abram saliendo de Ur de los Caldeos; en Romanos 4:3 Pablo puntualiza el origen de la justificación de Abram. "Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia" (Gen. 15:6), una clara referencia de su salida en pura fe de su tierra y parentela (Gen. 12: 1-4). 

El segundo episodio viene 25 años después en recibir la promesa de su único hijo Isaac. Abraham estaba "ya como muerto (siendo de casi cien años) o la esterilidad de la matriz de Sara" pero ejerció la misma fe de la anterior y 1.) se resignó en esperanza (18); 2.) se regocijó en fe (19,20); 3.) reposó en fe (21) "por lo cual también su fe le fue contada por justicia." Ahora vienen las palabras claves: "Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro" (22-24).

Ya está establecida más allá de duda en Abraham, el hombre de la fe, que fue justificado al salir de Ur y 25 años después en su andar como salvo y justificado era santificado por seguir creyendo la misma promesa.  La fe salvadora es tanto la justificadora como la santificadora. No requiere nada más que creer de corazón y obedecer. Esto nos prepara para Romanos 5, 6 donde la vida en unión de Cristo no es nuestro mejor esfuerzo ni la vida victoriosa consiste en sólo las disciplinas de leer la Biblia, asistir a los cultos, diezmar y testificar. Ésos son buenos resultados pero NO son los medios de merecer la gracia de Dios. Como antes no pudimos hacer nada para salvarnos, tampoco ahora podemos hacer nada nosotros mismos para hacernos más santos y espirituales. Esto es el Alfa y la Omega de la vida victoriosa.

IV.  La Siete bendiciones de la vida en unión con Cristo  Romanos 5:1-11

Creo firmemente que Pablo traza en orden el desarrollo cronológico de nuestra vida en Cristo. Habiendo establecido más allá de duda que la salvación es por fe y para fe (Rom. 1:17) en la vida de Abraham, ahora saca las siete bendiciones que nos resultan seguramente.  Son siete: 1.)  habiendo sido justificados --agrega él-- por fe tenemos paz con Dios, la aceptación perfecta en base de los méritos de Cristo. No trajimos nada y ni salimos con nada; 2.) tenemos entrada ilimitada en todo momento; 3. ) estamos firmes en esta nueva posición nuestra;  4.) tenemos esperanza futura; 5.) nos gloriamos en las tribulaciones porque nos ayudan a bien (Rom 8:28); nos forjan el carácter de Cristo quien también aprendió por lo que sufrió (Heb. 5: 7-9); 6.) el amor de Dios derramada en abundancia en nuestro corazón --la primerita vez que hay la mención del amor de Dios en Romanos --muy significativo; 7.) el Espíritu Santo que nos fue dado --aoristo, tiempo pasado.

Estas siete bendiciones nos llegan gratis, todo en base de nuestra fe según el contexto. No hay mención hasta ahora de cómo crecer en gracia para llevar la vida cristiana. No se oye: debemos hacer, debemos no hacer, debemos  . .   . debemos . . . .  La vida cristiana es recibir, confiar, obedecer y todo lo demás resulta por la fidelidad del Espíritu Santo. ¡Qué liberación! ¡Qué libertad!

V.    El puente a la santificación y solidaridad con el Postrer Adán  Romanos 5:9-21

Pablo ahora se prepara para dar un paso importante; en cierto sentido deja atrás la justificación el fundamento para proceder a la santificación o el construir  la casa de Dios. No deja definitivamente la justificación nunca porque es el mero cimiento de nuestra nueva posición jurídica en Cristo. Pero él se da cuenta que lo que le importa más ahora es la nueva CONDICIÓN ética del justificado. Por un corto resumen y dos argumentos «a fortiori» nos introduce a la nueva posición nuestra de solidaridad con Cristo de Rom. 5:12-21,  Esta porción clave es como la antesala de Romanos 6:1-14; sin esta porción no podemos entrar en Rom. 6:1-14.

¿Qué es el argumento «a fortiori»?  Es un argumento lógico que se base en una premisa ya establecida bien y a la fuerza – a fortiori- ya se da el próximo paso lógico a una premisa mayor. La primera premisa es: Dios ya justificó o declaró justo el impío que cree. No puede haber más duda de eso (Rom. 3: 21-31). La segunda premisa mayor es que sobre esa base Dios establece una vida de victoria en nuestra nueva Cabeza federal, Cristo, el Postrero Adán. Se verifica este argumento con las palabras: Si tal y tal cosa es correcta, MUCHO MÁS lo que sigue es correcto.

En verso 9: "Pues mucho más, estando justificado en su sangre, por él seremos salvos de la ira." La ira cayó sobre Cristo; nada me puede caer.  Verso 10 da un paso adelante: "Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, MUCHO MÁS, estando reconciliados, seremos salvos por su vida."  El nuevo concepto es que el énfasis cambia de la muerte de Cristo a la resurrección de Cristo y la vida resucitada en Cristo, ahora muy disponible a nosotros en Cristo. Esto es el tema de resto de Romanos hasta Rom. 8:39.  Pablo lo introduce aquí como la consecuencia inevitable de la santificación.

Pablo se devuelve a la mera entrada del mal --el pecado como naturaleza del ser humano (Rom. 5:12). Compara a Adán, el primer hombre que pecó e involucró a la raza en pecado y condenación ante Dios; el segundo hombre o mejor el Postrero Adán nos involucró en nuestra nueva cabeza federal (1Cor. 15:45-49). Cristo es nuestra Cabeza; estamos en Él, no estamos más en Adán. Tal es nuestra nueva posición actual en base de la justificación.

Cinco veces en versos 9, 10, 15, 17, 21 se oye el eco: MUCHO MÁS. En breve, la vida cristiana no es una tregua frágil sino es superior en todo sentido a la vida pasada en Adán. Esta verdad nos da confianza concreta de que no tenemos que pecar más. No es cuestión de no poder pecar más; es cuestión de que no hay por qué seguir pecando. Eso nos lleva a la pregunta pertinente de Rom. 6: 1.

VI.   La Magna carta de libertad en Cristo -- el cómo de la victoria  Romanos 6:1-6

Ya llegamos a la encrucijada. "¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en pecado para que la gracia abunde?"  Pregunta simple y directa.  De tal modo la respuesta: "¡De ninguna manera!" Pablo nos da la razón: YA MORIMOS -- tiempo pasado en la cruz. (Rom. 6:2)  Ésta es en breve el punto de partido de toda la vida cristiana.  No son nuestros esfuerzos sino lo que él hizo sin consultarnos nada. Todo fluye de esta verdad difícil de agarrar, pero de todos modos la verdad libertadora.

Tan difícil de agarrar es esta verdad que Pablo la analiza en versos 3, 4, 5 y la sintetiza en verso 6 aplicándonos lo que quiere decir.  co-crucifixión  con Cristo en el bautismo del Espíritu en el cuerpo de Cristo (1 Cor.12:13) y vista públicamente en nuestro bautismo en agua (6:3);  co-sepultura y co-resurrección (6:4) y plantados con él tanto en muerte como en resurrección ahora mismo (6:5).  Esto es NUESTRA IDENTIFICACIÓN CON CRISTO, NO IMITACIÓN.

El verso clave que da resumen es "Sabiendo --mejor conociendo --esto que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido --anulado, rendida cancelada, impotente --a fin de que no sirvamos más el pecado" (6:6). Este conocer no es el esfuerzo del intelecto sino de la voluntad, el corazón iluminado tocado y quebrantado por el Espíritu Santo. Es un gerundio que significa acción progresiva y constante a nivel personal.  Si dejamos de pecado según Rom. 6:1, será precisamente por conocer progresivamente nuestra unión con Cristo muertos al pecado.

VII.  Los Pasos nuestros para realizar esta unión en Cristo    Romanos 6: 7-14

Hasta ahora en Romanos 6:6 no ha habido mención alguna de lo que nos toca hacer --ni orar, leer la Bíblia, ni testificar ni ayunar.  Todo viene en el tiempo pasado, en la voz pasiva; alguien nos lo hizo sin tomarnos en cuenta. Todo esto nos llega para mostrar nueva posición en Cristo --justificados en Cristo (Rom. 3:21-31) y solidarios con el Postrer Adán ( Rom. 5:12-21). Esto es sumamente importante para entender. Sí que viene lo que nos toca hacer, pero veremos que todo esto es sólo la fe y la obediencia.

En versos 9,10 Pablo habla de Cristo y decimos un fuerte Amén sin discutir nada. "Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertes, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él." No cabe duda. Pero ahora viene una comparación estupenda. "Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas, mas en cuanto vive para Dios vive"  Otra vez decimos: Amén. Pero nota bien: "al pecado murió una vez por todas." Ésta es la mismísima frase que describe el creyente en Rom. 6:2: "Morimos al pecado." La idea es que la muerte separa a uno del poder, del control, no que el ser difunto deje de existir. Como Cristo es, así como nosotros. Ésta es la comparación estupenda.

1.)    Contaos o pensad o consideraos muertos y vivos ( 11).  Ya morimos en cuanto a nuestra posición judicial en Cristo (6:2). Pero ahora nos contamos muertos en cuanto a nuestra condición sea lo que sea, la tentación sea lo que sea. Sí que nos corresponde creer, pero no es un deber, un esfuerzo sino que es dar este paso por fe. Haz como Abraham quien sólo tenía la promesa de Dios. Sabemos tanto más que Abraham porque no él sabía nada de la cruz, pero es nuestra la historia de la cruz.  Finalmente es un orden modo imperativo progresivo. No hacerlo es pecar.

2.)    No reine pues, el pecado . . . (12) habiendo dado el primer paso por fe, podemos dejar  reinar el pecado. Aquí está el «dúnamis», poder de la Cruz. Esto es no tolerar las  costumbres viejas. "Si alguno viene en pos de mí, niéguese a sí mismo . . . " (Lucas 9:23).

3.)    Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado . . . (13) Reitera lo de arriba. Aquí es modo imperativo, tiempo presente Ya en Cristo tenemos para qué no presentar nuestra lengua, manos, ojos, a las viejas costumbres, etc. Podemos rechazar la inercia del pecar.         

4.)  Presentaos a vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos   . . .   (13 b).    

Ahora el tiempo cambia, modo imperativo, aspecto aoristo. Es decir, una entrega, una rendición de la voluntad total tal que dejamos que el Espíritu Santo haga su obra.  Éste es un acto de nuestra voluntad ya renovada.. Obedecemos, no entregamos los miembros al pecado sino nuestra voluntad a Dios. Lo que resta es del Espíritu que lo veremos en Rom. 7: 1-7;  8:1-4.

5.    No hay más condición; resulta en: "Porque el pecado no se enseñoreará más de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. (Rom. 6:14).

VIII.  Estamos bajo la gracia -- muertos a la ley o a nuestros esfuerzos  Rom. 7:1-7

Antes de llegar a Romanos 7, Romanos 6:15-23 vuelve a dar cierto resumen haciendo la inferencia que todavía hay dos señores- el viejo Adán y el Postrero Adán ( 16).  Esto establece la verdad de que nuestra muerte judicial con Cristo (Rom. 6:2) no elimina ni aniquila la posibilidad de pecar. Nuestra muerte en Cristo sólo nos libra de la necesidad de pecar. Ya que andamos de una manera u otra hay fruto para el malo o para el bien. Sin embargo, Pablo no da ninguna licencia al mal. Dice: "Mas ahora (véase 3:21 es otro viraje abrupto) que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin la vida eterna" (Rom. 6: 22).

Pablo toca el tema de la ley. Desde Rom. 6: 14 Pablo había dicho: "no estáis bajo la ley sin bajo la gracia."  Pablo está para dar el segundo paso gigantesco para una vida de victoria en Cristo. El primero fue --morimos al pecado (6:2). El segundo--morimos a la ley ( 7: 4).  La ley quiere decir nuestra mejor intención y sinceridad en cumplir con las buenas demandas de la ley. La ley es buena y espiritual en sí (7:12), pero nuestras mejores pero muy escasas fuerzas no logran la perfección que la ley exige sin misericordia. 

Otra vez Pablo vuelve a la cruz con la clave de no estar bajo una ley que no puede menos que condenarnos como antes nos condenaba en Rom.3: 9-20. "Así también, vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios . . . Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra" (Rom. 7:4,6).

Sólo por la segunda vez en Romanos Pablo hace mención del Espíritu Santo, la primera vez en Rom.5: 5, el colmo de las siete bendiciones. Quizá nos parece raro tal omisión, pero la verdad es que no puede operar libremente el Espíritu Santo hasta que obedezcamos la verdad porque es el Espíritu de Verdad (Juan 16: 13).  Es de notarse que la vida cristiana se nos presente como una matrimonio --"para que seáis a otro . . . a fin de que llevéis fruto para Dios."  Éste es un tremendo cambio en nuestra perspectiva. La vida cristiana no es lucha y derrota. "El que se une al Señor, un espíritu es con él" (1 Cor. 6:17). ¡Qué lejos está de esto es el concepto común de que la vida cristiana es dura y difícil. Se transforma en un enamoramiento genuino, todo el resultado del Espíritu que nos da los recursos que nos faltan.

IX  Como la vida cristiana  NO se vive –la derrota de Pablo   Rom. 7: 7-24.

Tantas veces aprendemos por fracasar aun después de nuestro mejor intento.  Creo que este párrafo no nos describe la vida normal del  Pablo. El siguiente capítulo respira nuevos aires de victoria. Pero Pablo con toda honestidad recordó y con un espíritu quebrantado comparte con nosotros que aunque sabía estas verdades, volvió a ponerse bajo la ley. Con toda sinceridad respondió al mandato: "No codiciarás."  Con un tremendo esfuerzo trató de no codiciar. Merece nuestro respeto por este empeño y sinceridad, pero no le  resultó ni tampoco a nosotros si usamos de la energía de la carne, la vida adánica.

Sin entrar en discusiones de diferentes interpretaciones de este capítulo, Pablo traza lo que llamo su QUEBRANTAMIENTO, semejante a el de Abraham (Rom. 4: 16-21); Job (Job 42); Jacob (Gen. 32:22-30); José (Gen. 39-41 -13 años en Egipto); Moisés (Ex.  3 – 40 años en el desierto); David perseguido por Saúl; Isaías al ver al Señor (Isa. 6:1-9); Juan el Bautista (Mateo 11:1-12 y tal vez Pablo mismo en Arabia (Gal. 1:17). No entramos en nuestra unión con Cristo sin tal quebrantamiento. Sólo por lo que sufrimos, a veces, por nuestros propios fracasos llegamos a realizar esa muerte en carne propia.  A menudo queremos seguir al Crucificado sin morir o sufrir. Pero el principio es primero la muerte y después la resurrección.

En el relato de la experiencia triste de Pablo veo tres pasos para abajo: 1.) "a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso" (7:13); 2.) "Y yo sé que en mí, esto es en mi carne no mora el bien; porque el querer el bien está en mí pero no el hacerlo (7:18);  3.) el nadir de Pablo: "¡Miserable de mí, quién me librará de este cuerpo de muerte!" (7:24). Tal trato duro del Espíritu puede ser un proceso algo lento o rápido, pero tenemos que hacer frente al mal nuestro, no echando la culpa a Dios, ni al diablo, ni a nuestras circunstancias sino a nosotros mismos.

Pero la tristeza del «miserable de mí» es seguida por un rayo de esperanza. "¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?"  En el siguiente verso de repente exclama: "Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro." Creo firmemente que en ese momento de profundo quebrantamiento tomó Pablo su posición de nuevo con Cristo, muerto al pecado y vivo para Dios (Rom. 6: 2, 6, 11-14)  y el Espíritu Santo lo libró como dice Rom. 8: 2.

X.   El Andar en el Espíritu Santo  o la llenura del Espíritu Santo   Romanos 8:1-13

No hay ninguna separación en el texto entre 7:25 y 8:1. Después de esa exclamación de victoria, Pablo afirma, "Ahora, pues" --estas dos palabras marcan un viraje marcado; véase Rom. 3:21; 6: 22; 7:6. "Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús . . . porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me libró --pasado --de la ley del pecado y de la muerte" (Rom. 8:1, 2).  En base de ese quebrantamiento y tomar su posición con Cristo implícito en 6:6 y 7:25  Pablo nos da la razón --me libró--acción pasada.  Este hecho indica que la victoria está ya ganada en fe  en la Cruz. Sólo la apropiamos y entramos en ella.  De esto aprendemos que la victoria está en Cristo y es nuestra cuando dejamos de esforzarnos y luchar, pero en fe tomamos nuestra posición muertos al pecado, muertos a la ley y ahora llenos del Espíritu Santo. La vida crucificada viene siendo la vida victoriosa, llena del Espíritu.

Pablo introduce en su plenitud la llenura del Espíritu, no como una experiencia por buscar sino como un andar en unión con Cristo. "El justo por la fe vivirá" (1:17). A los colosenses Pablo dijo simplemente: "por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él" (Col. 2:6). ¿Cómo lo recibimos? Por fe no más.  Así es la vida de victoria. No depende de nosotros sino de la Cruz y lo que nos hizo hace 2.000 años y por medio de la fe y la obediencia bien puesta en los pasos de Rom. 6: 2, 6, 11-14. 

Ahora en este capítulo ocho de victoria en Cristo, Pablo en síntesis describe los polos opuestos, el Espíritu y la carne en versos 5-8, mostrándonos lo contrario el uno al otro. Y luego afirma de manera contundente que nosotros no somos los que vivimos según la carne sino según el Espíritu. "Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él"  8: 9). Éstas son palabras muy claras. Todos los verdaderos creyentes sí que tienen el Espíritu. No hay nada más que alcanzar o buscar. Lejos de buscar las lenguas, los dones, las experiencias novedosas, nos toca acudir a la Cruz y deja que el Espíritu nos dé la dinámica de nuestra vida.  Tal vida resultará en la humildad, el amor y la fidelidad. Éstas son las verdaderas marcas de la vida llena del Espíritu.

Termina Pablo por decirnos: "Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis" (8:12.13). Mientras estamos en este cuerpo la posibilidad existe que andemos en la carne, pero ¡qué contradicción de nuestra posición en Cristo! ¡Qué anomalía!  Pero aunque queda la posibilidad, Pablo lo rechaza rotundamente el hecho de que tiene que ser una probabilidad. Muy al contrario la Cruz nos provee todos los recursos en Cristo hasta este colmo bendito: "si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros" (Rom. 8:11).

Ya terminamos nuestro abecedario, lo esencial de la obra magnífica de la Cruz. Dios nos ha provisto no tan sólo una nueva posición jurídica --la justificación-- sino también una nueva condición--la santificación-- la vida resucitada, la misma dinámica de Cristo llevando su vida en nosotros a través del Espíritu de Cristo. 

Hemos visto la trayectoria, desde la condenación de Romanos 1:18-3:20; la maravilla de la propiciación permitiendo al juez justo perdonar y restaurar al impío que cree (Rom. 3: 21-31).  Pero la Cruz es como el radio – fuerza que quema y mata el cáncer – y la naturaleza adánica de tal manera que morimos en Cristo a este poder y por la simple fe tomamos esta posición dando los  pasos de la fe y la obediencia en base que esta unión.  Ésta es nuestra IDENTIFICACIÓN con Cristo.

Luego muertos a la ley y los esfuerzos nuestros, morimos a la ley para casarnos con Cristo y compartir su misma vida eterna.  Esto es nuestra PARTICIPACIÓN a través del Espíritu que aplica el radio de la cruz para cancelar el poder de la carne y dejar que el Espíritu Santo nos mantenga momento tras momento en victoria en base de la Cruz. Esto es nuestra salvación tan grande. ¡A Dios sean las gracias y la gloria!

Dr. G. Ernesto Johnson