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RETOS DESDE LA CRUZ

ROMANOS --LA VIDA ABUNDANTE EN UNIÓN CON CRISTO

El nuevo punto de partida para el creyente (15)

Romanos 6:6

Dr. G. Ernesto Johnson

Rio Grande Bible Institute

Introducción

Considero este texto, el favorito mío, como el verdadero nuevo punto de partida del creyente. Ya  emprendemos la jornada con la justificación, la declaración por el Juez justo de que somos tan justos ante él como si fuéramos su propio hijo. Realmente ésta es una maravilla de la gracia de Dios. Desde la condenación justa ante un Dios santo, hemos llegado a gozarnos de una posición jurídica nueva, irrevocable y eterna. Pero aun queda más trecho por caminar para llegar a ser santos e íntegros en nuestra vida y conducta. Dios no descansa hasta que "todos lleguemos a la unidad de la fe, y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4: 13).

Pablo vuelve a poner la base de esta partida

Ya que es tan importante y crítico que entendamos la verdad de nueva posición en Cristo, vale la pena volver a atravesar lo aprendido. Pablo dedica 64 versículos  (Romanos 1: 18 - 3:20) para establecer la condenación justa de todo ser humano. Nacimos en el Primer Adán, "muertos en delitos y pecado" (Efesios 2:1). Pero "ahora aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios  . . . a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre. . . . .'' (Romanos 3: 21, 25).

Con unos 47 versículos (Romanos 3: 21- 4: 25), Pablo pone la base de nuestra salvación. Hemos visto los tres medios de la salvación: el medio de la gracia, el ambiente o la fuente; el medio de la sangre, medio meritorio; y el medio de la fe, la respuesta divina/humana a tal oferta en gracia. La muerte vicaria de Cristo en nuestro lugar, siendo la propiciación, dejó que el Juez justo pudiera legalmente perdonar todos nuestros pecados y restaurar al "impío que cree". Ya que la ira de Dios cayó sobre su propio Hijo, no sobre nosotros los culpables, Dios pudo mostrar su amor para con nosotros dándonos vida eterna (Juan 3: 16).

Éstos son los primeros pasos de la salvación. Hasta allí estamos bien familiarizados. Pero hay más, MUCHO MÁS.  Después de dar un vistazo para atrás y para delante en Romanos 5:1-8, introduce el siguiente paso para la santificación; ahora le toca hablar, no de los pecados ya perdonados sino del pecado, la naturaleza adánica que persiste en el creyente. Pablo en Romanos 5:12-21 vuelve al mismo principio, la caída de Adán en pecado. Todo ser humano después de él nace muerto en pecado. La naturaleza nuestra está totalmente depravada. Surge una pregunta muy práctica: ¿hay una provisión divina para tal naturaleza pecaminosa?

En Romanos 5:12-21 Pablo recurre a las dos Cabezas federales: Adán Cabeza terrenal y Cristo Cabeza espiritual (1 Corintios 15: 45-49). El creyente que renace en Cristo ya no está bajo Adán; está bajo Cristo y vive bajo el dominio y el poder de Cristo. Por una serie de contrastes (2) y comparaciones (3), Pablo establece cinco veces más allá de duda de que en Cristo el poder de Cristo es el MUCHO MÁS (Romanos 5: 9, 10, 15, 17, 20).

Resta la pregunta para el creyente: ¿pecar o no pecar?

¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en pecado  . . . En ninguna manera, porque los que morimos al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?  En Romanos 6:1-5 Pablo analiza primero la frase "muertos al pecado", es decir, muertos con respecto al dominio y el control de la naturaleza adánica en la vida del creyente. Es un concepto difícil de comprender. Por eso usa a duras penas tres figuras para ayudarnos a comprender esta verdad tan fundamental: 1.)  identificados en su muerte por el bautismo (v.3); 2.) identificados en su sepultura (v.4); 3.) el proceso de ser identificados en su resurrección (v. 5). Hasta ahora tenemos el largo repaso. Me he extendido mucho porque Romanos 6: 6 nos da la síntesis, la conclusión de esta argumentación tan larga, pero tan fidedigna de nuestra fe.

Analicemos frase por frase este nuevo punto de partida  Romanos 6:6

Se puede quejar alguien pensando: todo esto es muy difícil para la mente nuestra, tantas veces carnal. Nos cuesta comprender esta Magna Carta de la libertad.  Pero ésta es la doctrina sana; es la Palabra de Dios que exigir nuestra fe y obediencia. "Antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso" (Romanos 3:4).

"Sabiendo esto"

Este gerundio es clave en que expresa un conocer progresivo y constante. Realmente en español tenemos los dos verbos: "saber" y "conocer" que tienen diferente ámbitos. En griego el verbo "ginosko" quiere decir, entre varios matices: conocer experimentalmente, conocer como una persona, aprobar. En cambio, el otro verbo "oida" significa saber, percibir con los cinco sentidos, hablando más frecuentemente de las cosas. Por tal razón en español es mucho mejor decir, "conociendo esto".

En español "'conocer" se usa casi exclusivamente con personas, aun en hebreo el verbo correspondiente es "yada": "Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz Caín (Génesis 4:10). Mi esposa y tu servidor llevamos 61 años de casados. De una manera íntima y personal hemos llegado a una profundidad de compañerismo tal que casi no tenemos que discutir lo que nos pasa. La conozco y me conoce, resulta que nos aceptamos de todo corazón el uno a la otra.

Así Pablo dice que este "conocer" a Cristo, nuestra identificación con él, no es teoría, ni teología abstracta sino una verdadera participación con Cristo en muerte al pecado y en vida nueva.  Esto no viene en base de unas materias de doctrina, ni mucho menos de actos de litúrgicos sino de una entrega y fe personal, práctica y creciente.

¿Cómo, pues, nos llega  tal conocimiento personal y creciente? Empieza con una aceptación tal y como es la Palabra de Dios. Nos dice que ya morimos al pecado con respecto de su control. Abrazamos y obedecemos la verdad pura hasta dar gracias en fe por ella. Muchas veces nos viene la realización de ella por las pruebas que Dios nos permite para probar nuestra fe. Tantas veces viene por los padecimientos, los fracasos nuestros cuando no tenemos a quien acudir sino a Cristo.

"Sabiendo esto"

Se hace muy evidente que esto se refiere al contexto que desde Romanos 5:21 en adelante: "para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro."  Con nuestra unión con Cristo, nuestra solidaridad con la Cabeza espiritual, no tenemos que pecar. Podemos no pecar ya que morimos con Cristo. Esta identificación con Cristo resulta en compartir con él el triunfo de su resurrección. Andamos en novedad de vida.

"Que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él"

Ésta es la clave, la declaración de que Dios puso fin una vez para siempre al poder de la naturaleza adánica. Pablo en otros pasajes habla de la carne (Gálatas 2:20), la vieja manera de vivir (Efesios 4:22), describiendo lo que hacíamos antes estando en Adán.  Es interesante que no haya palabra "juntamente" en el texto original, pero la idea exacta es nuestra naturaleza vieja fue una co-crucifixión con él en tal muerte. Él murió y nosotros morimos a la vez; tomó lugar esta muerte hace 2.000 años. Es una muerte espiritual y judicial que Dios mismo efectuó.

Nos cuesta comprende tal identificación, pero el texto claramente no nos deja otra alternativa. Es la pura verdad por tomarse por fe. Ahora entendemos un poco más que "el justo por la fe vivirá"; es la divisa del creyente. En la justificación Cristo murió en nuestro lugar – sustitución; en la santificación morimos en Cristo al pecado - identificación. Ya que la muerte corta toda relación legítima del pecado, somos libres de la tiranía del pecado, la naturaleza humana con su orgullo, enojo, impureza, lascivia, mentira, desánimo, etc.

"Para que el cuerpo del pecado sea destruido"

Emerge ahora el propósito mismo de Dios; nada menos que poner fin a la tiranía de la vieja naturaleza, la carne que se opone a Dios en todo momento. El verbo en griego es "katargeo" y consta de un intensivo que implica hacer cesar y la raíz significa rendir inútil y nulo, estar inservible, no eficiente.

Este verbo aparece en otras  porciones; otros usos pueden aclararnos su significado.  El escritor de Hebreos dijo: ". . . él participó de lo mismo, para destruir ("katargeo") por medio de la muerte  al que tenía el poder la muerte, esto, al diablo" (Hebreos 2: 14).  Es bien evidente que el diablo no dejó de existir; sólo queda destruido en el sentido de que no tiene ningún derecho de mandar y controlar al creyente.

Otro uso del mismo verbo está en 2 Timoteo 1: 10: "pero ahora ha sido manifestado por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo que quitó ("katargeo" o abolió, destruyó) la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio."  La muerte de Jesús destruyó el poder de la muerte. La muerte, como el fallecimiento físico, sigue como una triste realidad pero sin temor alguno para el creyente.

Se debe notar que morimos nosotros al pecado, no que el pecado nos muriera a nosotros. Dios establece bien claro que él declaró muerto el viejo "yo'.  Dios no puede mentir al darnos a entender la verdad de su "fiat" o su decreto.  Tristemente la vida adánica puede manifestarse de nuevo, pero no es culpa de Dios, ni que no sea una realidad espiritual sino que es la culpa nuestra en no creer y obedecer al decreto de hace 2.000 años; las condiciones que nos llevan a la victoria vienen presentadas en Romanos 6: 7 -14 (la próxima lección).

"Para que el cuerpo del pecado  sea destruido"

La frase el "cuerpo del pecado" viene siendo el vehículo del pecado. El mal no es el cuerpo mortal o físico, como han enseñado los legalistas y ascetas. El cuerpo del creyente es el templo del Espíritu Santo, por eso no es malo. Dios va a resucitar el cuerpo en su segunda venida. Sin embargo la naturaleza adánica reside como una energía o dinámica en el ser humano/en el cuerpo. En ese sentido la carne se hace manifiesta a través de su control dañino del cuerpo.  Cuando el creyente no concede en fe el lugar al Espíritu Santo para introducir la vida resucitada de Cristo, la carne aparece y se hace manifiesta. Pero tal es una anomalía en el creyente quien debe tomar su lugar con Cristo muerto al pecado y vivo para Dios.

Pablo enumera las obras de la carne muy relacionadas con el cuerpo bajo el control de viejo "yo" y el diablo: "Manifiestas son las obras de la carne que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia . . . " (Gálatas 5:19). Esta lista de las obras de la carne viene en el mismo capítulo en que Pablo habla mucho del andar en el Espíritu y el fruto del Espíritu. Pero el rumbo de Romanos 6:6 es que esa vida adánica ya perdió su derecho de reinar en el creyente.  Dios la juzgó de una vez  como incorregible aun para el Dios omnipotente.

"A fin de que no sirvamos más al pecado"

La finalidad de este decreto divino es la liberación del creyente del viejo hombre, el "yo". Dios ha logrado el propósito, primero expresado en Génesis 3:15 el "protevangelium" anunciado justo al diablo  y al oídos de nuestros primeros padres. "Pondré enemistad entre ti (serpiente) y la mujer (la virgen de Lucas 2) en entre tu simiente y la simiente suya (Cristo); ésta te herirá en la cabezas, y tú le herirás en el calcañar."  El último golpe profetizado se le ha dado libertad al creyente de la esclavitud del viejo hombre.

Dios  lo profetizó en el preciso momento de la caída del hombre; lo llevó a cabo sin que el ser humano pudiera hacer cualquier cosa. Esto establece más allá de duda de que Dios opera en pura gracia sin la cooperación meritoria del hombre. No es lo que hagamos nosotros sino lo que Él mismo  hizo en pura misericordia. Ésta es la justicia de Dios en base de la muerte vicaria de Cristo. Ésta es la buena nueva que Dios anuncia.  Éste es el mensaje de la Cruz.

Romanos 6:6 viene siendo la respuesta final a la pregunta: "¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado  (dando rienda suelta al pecado, la naturaleza  adánica) para que la gracia  abunde?"  Dios anuncia con doble propósito la muerte de su amado Hijo: el perdón  en abundancia por los pecados cometidos con la declaración de nuestra justicia perfecta imputada al "impío que cree". Todo es nuestro por la gracia de Dios. 

Pero Dios apenas ha empezado. La justificación es seguida de la santificación de la manera que en su muerte morimos, en su sepultura fuimos enterrados y en su resurrección fuimos levantados para poder vivir en plena victoria sobre la herencia adánica.  Somos libres del "yo", nuestro enemigo tan cerca. Libres somos del pecado para ser siervos de la justicia. ¡Qué canje más bendito de vida!

Implicaciones de la verdad de nuestra identificación con Cristo en muerte al pecado

La Cruz es la última respuesta divina al problema de los pecados plurales. No importaba que forma tomaran. En Romanos 1:18-3:20, Dios condenó la injusticia  del pecado. En Romanos 2 condenó en forma más contundente la justicia propia del religioso, mayormente el judío, En Romanos 3:1-20 dio su sumario condenatorio del mal humano. Su respuesta sería nada menos que la muerte de su Amado Hijo, así poniendo en vigor la ley: "el ama que pecare, ésa morirá". Su ira cayó sobre su Hijo puesto por nuestra propiciación. Quedó vindicada la ley y satisfecho el Juez justo.  ¡Qué combinación de la maravilla de su gracia!

Pero todavía queda el mal, el pecado (singular), la vieja manera de vivir, la vida heredada en Adán. No habría una salvación que valdría la pena sin tomar en cuenta la causa, la raíz que produjo tanta mala hierba.  Esta naturaleza produce el orgullo, el enojo, la mentira, las actitudes de desánimo, compasión para sí, la rebeldía, etc.  No habría la manera de retocar tal mal, mejorar tal naturaleza tan incorregible. El viejo "yo" de igual manera requería la Cruz. Lo llevó a la Cruz y puso fin a su poder y control. Fue el golpe aplastante a la cabeza del diablo, el viejo dueño.

(Génesis 3:15).

Hay un punto más, Dios no consultó con nosotros.  Enteros puso al "impío que cree", es decir, nosotros en su Amado Hijo. Cuando lo crucificó, nos co crucificó también, un remedio radical pero absolutamente necesario. Esto debe ser la lección que nos corresponde. Éste es el trasfondo de la palabra de Jesús: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda (aborrece – Lucas 14:6) su vida por causa de mí, la hallará" (Mateo 16:24, 25).

Una palabra más, empezamos con el gerundio conociendo esto. Éste es un andar por fe, un proceso diario que requiere sólo la fe y la obediencia. Lo aprendemos a la medida que "desaprendamos" a  confiar en nosotros, nuestros esfuerzos, nuestros talentos  y aun nuestro servicio en su nombre.

Tuyo en el Mensaje de la Cruz,

G. Ernesto Johnson

  (comentario )  Visita a la página web de mi querido antiguo estudiante y consiervo ya difunto: www.kneillfoster.com  Allí están todos mis escritos en los dos idiomas.