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RETOS DESDE LA CRUZ

ROMANOS --LA VIDA ABUNDANTE EN UNIÓN CON CRISTO

La medula del andar diario victorioso del creyente (16)

Romanos 6: 7-14

Dr. G. Ernesto Johnson

Rio Grande Bible Institute

Introducción

Desde la cruz Jesús exclamó: "Consumado es". Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu" (Juan 19:30).  Lo que Dios en Génesis 3: 15 había prometido tomó lugar. Tres días después Jesús resucitó, cuarenta días después ascendió y en el Día de Pentecostés mandó al Espíritu Santo inaugurando la Iglesia, el Cuerpo de Cristo.

Pablo  bajo la inspiración del Espíritu Santo se quita el velo de esa muerte única, una muerte vicaria y a la vez representativa.  Cristo murió por el "impío que cree" justificándolo ante el Juez justo. Pero Romanos 6: 6 agrega nuestra muerte judicial y representativa. "Conociendo/sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente  con él,  para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado." Son estos dos aspectos que nos dan el cuadro completo de nuestra "salvación tan grande" (Hebreos 2:3). En breve, la obra de la Cruz  tiene dos caras: Cristo por mí en mi lugar - la justificación y "yo" en Cristo muerto al pecado y vivo para él - la santificación.

Las afirmaciones basadas en estas dos caras  (Romanos 6: 7-10)

Pablo vuelve a reiterar que la muerte termina cualquier relación que antes existía; volverá a tocar ese tema en cuanto a la ley (Romanos 7) y el mundo (Gálatas 6:14). La ley exige la muerte del pecador. "Porque la paga del pecado es muerte" (6:23a). La regla es que la muerte en sí justifica y cancela toda deuda o culpa. No se puede morir dos veces. Había la costumbre en Gran Bretaña de que después de ser ahorcado el infeliz, la noticia salió en el periódico: "Fulano de Tal fue justificado a tal y tal hora." La ley no tendría más poder sobre él. Pero el desgraciado ya estuvo muerto y no viviría más para gozarse de tal "justificación."

La muerte de Cristo, tanto la sustitutiva como la judicial nuestra, no es así. "Y si (puesto que) morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él" (6:8,9). Esta verdad ya se ha establecido más allá de duda de que sí compartimos tanto la muerte como la resurrección de Jesús. Si eso es lo que a Cristo se refiere, Pablo está afirmando sobre bases bien firmes que de igual manera a nosotros nos corresponde tal verdad de su resurrección. Es un hecho de fe fundado en la finalidad de su muerte y resurrección.

Pablo va poniendo la base de nuestra santificación.  Lo que a Cristo le pasó, a nosotros también

nos pasó. No puede ser de otra manera. Pero Pablo va a un punto más allá en versículo 10 "Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive para Dios vive". Se ha dicho que en el establecimiento del reino de Isabela la Católica de Castilla y Fernando de Aragón, cuyo matrimonio era más político que romántico, tenían esta divisa: "Tanto monta como monta tanto."  Esto fue para indicar la igualdad de autoridad y de las pertenencias.  En el caso histórico de España, "¡montaba más Isabela que el pobre Fernando!"

Volviendo a nuestro texto (6:10) se debe fijar bien en la fraseología de Pablo. "En cuanto murió, al pecado murió una vez para todas; mas en cuanto vive, para Dios vive." Si comparamos  textualmente la sintaxis de versículo 10 con la de Romanos 6: 2, vemos la mismísima construcción que no puede ser confundida –"porque los que morimos al pecado, ¿cómo viviremos aún más en él?"

No puede haber cuestión jamás.  Lo que a Cristo le pasó en la cruz, a nosotros nos pasó lo mismísimo. Claro que él sigue siendo el único Hijo de Dios y nosotros los hijos de Dios por la gracia de Dios Padre. Pero el impacto y la eficacia de su muerte resultan en nuestra unión espiritual y orgánica que podemos gozarnos de todos sus beneficios.  En base de este argumento tan sólido, Pablo introduce los pasos que le corresponden al creyente, el que va caracterizado por seguir creyendo.

Déjame decir con toda claridad que el creyente no aporta nada al objeto de nuestra fe, es decir, a Cristo y su obra en la Cruz. Sólo recibe lo ofrecido en la pura gracia de Dios. Tantas veces he comparado la fe con el extenderse de la mano vacía para recibir lo ofrecido en la pura bondad de ofrecedor. Nunca debemos confundir la fe con el mérito, nuestros esfuerzos inútiles, nuestras buenas obras y actos religiosos.

Los pasos de la fe en apropiar las riquezas de nuestra unión con Cristo   (Romanos 6: 11-14)

Si prestamos mucho cuidado al contexto, Pablo continúa su argumento del primer Adán y el Postrer Adán. Recordamos en Romanos 5: 12-21 los contrastes (2) y las comparaciones (3) del Primer Adán con el Postrer Adán. Se destacan cinco veces el MUCHO MÁS que sobresale el triste pasado del nacido en pecado en Adán. Pero ya que estamos en unión con Cristo, se destacan cinco veces el ASÍ TAMBIÉN en nuestro glorioso presente renacidos muertos al pecado y vivos para Dios (5:21; 6:4,5, 8,11).

1.)    Consideraos/contaos muertos y vivos -  acto positivo de fe   (Romanos 6:1l)

Pablo ahora en forma concisa y clara nos da el cómo de experimentar esta bendita unión con Cristo.

Por primera vez en Romanos 6 aparece una orden, un mandato. Hasta aquí todo nos ha venido en el aoristo/pasado, en la voz pasiva, es decir, lo que Dios nos hizo y lo que recibimos de parte de él. Pero ahora cambia el enfoque  y nos obliga a contar con lo dicho por Dios.  El trasfondo de este verbo es de lo concreto de la contaduría, tomar inventario, estimar, concluir lo seguro y cobrar un cheque.

La orden de contar viene en el modo imperativo, tiempo presente progresivo; no hay otra opción. Dios le contó a Abraham la justicia por haber creído él (Génesis 15:6).  Pablo usa el mismo verbo en verso 11 para expresa la seguridad de nuestra salvación por fe. " . . . para que (Abraham) fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia" (Romanos 4:11). La seguridad de Abraham al recibir la justicia de Dios, ahora nos corresponde en nuestro contar de estar muertos al pecado y vivos para Dios. Tanto a Abraham como a nosotros.

En breve, nuestro contarnos muertos es un acto de fe basado en el carácter de Dios de habernos contado justos en la muerte de su Hijo. Es un acto de la voluntad siendo renovada por el Espíritu Santo. "Y renovaos en el espíritu de vuestra mente y vestíos del nuevo hombre . . ." (Efesios 4: 23,24). Ese acto de fe seguirá siendo una actitud de fe constante al echar mano de la verdad que Dios mismo afirma. No es una obra nuestra sino una toma de lo que Dios ya nos dice.  No tiene nada que ver con una lucha, esfuerzo o mérito.  Es un escoger nuestro basado en el carácter de Dios mismo.

Tan simplemente como nos salvó en el primer instante, fue una toma por fe de lo prometido, el perdón de nuestro pecado. Así  sucede el andar  en santidad.  Ni mérito en el primer instante ni tampoco en la continuación de la vida en santidad. Nuestra respuesta a esta orden es el medula de la vida cristiana abundante en Cristo.

2.)     No reine, pues, el pecado . . .   (Romanos 6:12)

La palaba, "pues", es fundamental: es una conjunción que nos devuelve a lo dicho anteriormente. Debe haber en lo dicho en verso 11 la capacidad y el poder de no dejar reinar más el pecado, la naturaleza adánica.   Para mí eso quiere decir que nuestro contar según la Palabra basta al fin de cuentas para cancelar el poder de irnos siendo controlados por cualquier pecado secreto o abierto.  Esto es tomar por fe la verdad espiritual de Romanos 6:6 "a fin de que no sirvamos más el pecado." El mero hecho de que Dios nos da el mandato quiere decir que podemos dejar que no reine el pecado. No nos da nunca una orden imposible de realizarse en su poder.

En breve, Pablo nos dice ya que has contado en fe con lo que Dios exige en 6:11; ahora no debes dejar seguir reinando "el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias. Como se dice en ténis: "The ball is in your court." (La pelota está en tu cancha.)  De inmediato el creyente no tiene que dejar reinar la naturaleza pecaminosa. Además, nótese que Pablo usa el verbo "reinar" que implica la presencia controlante del mal, no la ausencia del mal.

Pero tal presencia no le da el derecho de reinar o controlar al creyente. Pablo no nos enseña la perfección del santo mientras vive en este cuerpo mortal.  El preciso hecho que describe el cuerpo mortal implica que habrá tensión y la posibilidad de fallar.

Aun en Romanos 5:12-21 al comparar y contrastar al Primer Adán con el Postrer Adán tres veces usa el mismo verbo, "reinar". Es verdad que el pecado adánica persiste en el verdadero creyente, pero que ya no tiene que reinar en nosotros (Romanos 5: 14,17, 21).

3). Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como armas de iniquidad   (Romanos 6: 13)

El tercer mandato toma en cuenta lo anterior. Otra vez es el modo imperativo tiempo presente progresivo e implica: no seguid presentando vuestros miembros al pecado como si fuera una necesidad presente. Dios tiene un concepto muy realista de la vida cristiana en el cuerpo, pero no cede nunca el paso a la flojedad. Pablo anticipa la inercia de la naturaleza pecaminosa.

La inercia se define según el Diccionario de la Real Academia Española: "flojedad, desidia, inacción; incapacidad de los cuerpos para salir del estado de reposo, para cambiar las condiciones de su movimiento y para cesar en él, sin la aplicación o intervención de alguna fuerza." La inercia es una regla de la física como la ley de la gravedad y la tomamos en cuenta siempre.

Un camión bien cargado viene para abajo; el conductor pone los frenos para evitar un desastre, pero en tal momento el camión no se para de inmediato. La fuerza del peso y movimiento crean una fuerte resistencia. Pablo reconoce que nuestra pasada manera de vivir puede desafiar nuestro presente andar. Pero, de todos modos, nos manda que no presentemos nuestros miembros a tal resistencia vieja.

Otra vez nos manda y nos obliga a no obedecer al pasado. Dios no admite que la vida cristiana es un gran pesado hacer la lucha o un procurar lo mejor posible nuestro. No es nuestra imitación de Cristo sino nuestra participación en su propia vida que mora en nosotros.

Es muy interesante que Pablo use el verbo "presentar."  Definir este verbo es clave a entender que la vida cristiana no depende de nuestro mejor esfuerzo, activismo, imitación y el tratar de todos modos de alcanzar dicho nivel. El verbo significa "estar parado ante alguien, en su presencia tal como ante un juez o soldado está parado ante el superior".  Enseña no actividad sino más bien disponibilidad, listo a responder con pronta voluntad.

En mismo verbo aparece en Romanos 12: 1: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional."  No es hacer la lucha sino estar a la orden, disponible. Tal es la vida cristiana, estar a la orden de Dios y el poder de una vida resucitada. 

 

4.)    Sino presentaos vosotros mismos y vuestros miembros a Dios  (Romanos 6:13b)

Pablo da la cuarta orden: 1.) contaos, 2.) no reine, pues, 3.) no presentéis vuestros miembros,  4.) presentaos a vosotros mismos a Dios.  Hasta ahora  todo es por fe y la obediencia, el fruto de la fe. Pero un matiz nuevo y llamativo aparece;  la acción ahora no es en el presente continuo sino un infinitivo aoristo. Aquel  matiz en griego quiere decir: estar ante Dios con un aspecto final, decisivo, de total rendimiento al señorío de Cristo. Es la finalidad de una entrega de la voluntad abarcando nuestro espíritu, alma y cuerpo (1Tesalonicenses 5:23).  Tal entrega incluye no tan sólo los miembros: voz, ojos, manos, pies, mente, afectos, intelecto sino nuestra voluntad, el baluarte y la sede de toda decisión.

5.)    Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley sino la gracia  (Romanos 6:14)

Pablo nos asegura que al dar estos pasos de fe y obediencia en unión con el Crucificado, la vieja naturaleza adánica queda derrotada de una vez y no nos enseñoreará jamás. Hay victoria plena, no en base de ningún esfuerzo nuestro sino al contrario por tomar por fe nuestra muerte con Cristo hace dos mil años.  Ahora vivimos y caminamos bajo la gracia y no bajo la tiranía de la ley. Pablo ya ha presentado la verdad de victoria en Cristo. De esta manera el creyente puede llegar por la fe y obediencia a una unión espiritual con Cristo tal como está descrita en versículo 14.

Una verdad fundamental tanto en la justificación como en la santificación

No nos debe sorprender que Dios nos santifique precisamente como nos perdonó. Dios siempre y sólo opera bajo los principios de la gracia sin que el pecador o el santo aporte nada menos que el arrepentimiento y la fe en la obra consumada de su amado Hijo. Pablo expresa bien estos principios: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y es esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie gloríe. Porque somos hechura (poema) suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas" (Efesios 2:8-10).

Generalmente citamos los dos versículos con referencia sólo a la justificación o la salvación inicial. Pero en versículo 10 nuestra santificación opera bajo las mismas verdades de la gracia de Dios y la fe en nuestro objeto, el Crucificado.         

El mapa de la victoria que sirve para el resto de Romanos

Los pasos hacia la victoria en Cristo están de manifiestos. Me gusta comparar estas verdades como un mapa de un viaje del Valle de Río Grande al Distrito Federal, México. El mapa es indispensable. Pero tener el mapa en la mano con el entusiasmo de ir, no nos pone en la gran capital. Todavía tenemos que hacer el viaje, el mapa nos indica cómo llegar, qué ruta tomar o no tomar, hasta que nos describe cómo se disfruta el camino.  Pero todavía nos resta mucho.  Pero queda una ventaja más - tener un guía que ya conoce el camino y nos acompaña, el Espíritu Santo.

Pablo reconoce que queda mucho trecho que caminar. En los próximos estudios examinaremos las importantes verdades relacionadas con cómo llegar al final a nuestro destino.  Entre tanto tiene mucho más que decirnos:

1.) sigue hablando de los dos señores (Romanos 6: 16-23);

2.) introduce otra gran verdad libertadora; ya morimos a la ley y nos casamos con el Cristo resucitado. Nos presentará al Espíritu Santo que nos servirá de guía a nuestro  destino final (Romanos 7: 1-6).

3.) Después nos describirá una triste desviación costosa en la lucha interna entre la ley que agita la carne  y resulta en su"¡qué miserable de mí!  ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?"(Romanos 7: 7-25). 4.) Pero desde su total fracaso y quebrantamiento, nos introducirá a la llenura del Espíritu Santo la cual nos capacitará para completar felices nuestro viaje en unión con nuestro novio, Jesucristo Señor nuestro (Romanos 8:1-13). Tal viaje nos espera.      

Tuyo en el mensaje de la Cruz,

G. Ernesto Johnson