Gordon E. Johnson

Home


RETOS DESDE LA CRUZ

ROMANOS --LA VIDA ABUNDANTE EN UNIÓN CON CRISTO

La vida abundante: un gran querer, no un deber difícil (18)

Romanos 7: 1-7

Dr. G. Ernesto Johnson

Rio Grande Bible Institute

Introducción

Por fin Pablo está listo para poner la piedra angular del evangelio en su plenitud, el bendito ministerio del Espíritu Santo en la vida del creyente. Sin Él, no hay nunca la victoria que anunciamos. Pero el Espíritu siempre responde al mensaje de la Cruz; es un mensaje Cristo-céntrico.

"Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que  tiene el Padre, es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber" (Juan16:13-15).

Pablo en el desarrollo del tema de la santificación ha trazado las verdades básicas sobre las cuales el Espíritu hará su obra maestra: facilitando la morada de la misma vida de Cristo crucificado y resucitado en nosotros por fe. 

El Apóstol de la Cruz empezó por identificar al Postrer Hombre Cristo, cabeza de una nueva raza, MUCHO MÁS poderoso que el Primer Hombre Adán que nos involucró en el pecado (Romanos 5: 12-21). Luego estableció las bases de la victoria, nuestra identificación con el Crucificado, morimos al pecado de una vez en él (Romanos 6:1-6).

Hasta este punto Dios nos lo hizo todo en el Crucificado en la cruz. Ahora nos apela en base de nuestra identificación con Cristo: "cuéntate muerto y vivo . . . no dejes reinar el pecado . . .no sigas presentando los miembros al pecado sino de una vez  preséntate a ti mismo a Dios; porque el pecado no se enseñoreará más de ti; "pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (Romanos 6: 11-14). Luego sigue el asunto de no seguir pecando, siendo más bien esclavos de la justicia porque obedecemos a nuestro nuevo Señor de todo corazón (Romanos 6:15-23).

Nuestra posición siempre en gracia, tanto en la justificación como en la santificación   

Todo lo anterior nos prepara para el tema que nos ocupará. Pablo había dicho en Romanos 6: 14 "Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sin bajo la gracia". Esta última frase necesita una explicación por que el tema de la ley es urgente. Antes Pablo reveló que la ley sólo nos dio "el conocimiento del pecado" (3: 20). No pudo de ninguna manera justificar o salvar al condenado. 

Pablo siguió diciendo por ahora "Aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y los profetas" (3:21) La ley sirvió sólo como testigo de la justicia, no el dador de la justicia. "De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe" (Gálatas 3:24). Otra vez "porque el fin de la ley es Cristo para justicia, a todo aquel que cree" (Romanos 10:4). Pero le resta a Pablo corregir la relación de la ley al creyente en su santificación, el tema por introducirse.

La analogía apta: la muerte física cancela toda relación legal y conyugal  Romanos 7:1-3

Pablo vuelve otra vez al concepto de que la muerte pone fin a toda relación tanto legal como moral. Usó esta analogía antes en Romanos 6 donde la muerte vicaria de Jesús fue también la muerte judicial y representativa de nosotros mismos. Morimos en él al pecado; eso  puso fin al dominio de la naturaleza pecaminosa en el creyente. No aniquiló la naturaleza, sino que rompió sus lazos de control sobre el creyente.

Después de decir que no estamos bajo la ley (Romanos 6:14), afirma que tenemos libertad de servir a nuestro nuevo amo en santificación (6:22). La misma muerte rompió nuestra relación para con el pecado (6:6), el mundo (Gálatas 6:14) y la ley mosaica (Gálatas 2:19).

Pablo usa la analogía del matrimonio. En toda cultura la muerte de un cónyuge rompe la unión matrimonial. La ley sólo puede gobernar a los que viven. Ya muerto uno, nadie duda de que el otro cónyuge está en perfecta libertad de contraer matrimonio. Nunca es cuestión de la infidelidad o el adulterio; para el creyente la única condición es que sea un creyente.

Si no hay la muerte, la ley rige y castiga al infiel. Usando esta analogía Pablo hace una aplicación oportuna.  No es necesario que se identifique precisamente quién es quién. El creyente es la mujer que murió a la ley que antes la mandaba.  La ley no muere nunca porque siempre queda como la voz de la justicia, el transcripto del Dios santo. El creyente murió al control de la ley que sólo provocaba el mal inherente. Pero en esa muerte en Cristo ya no vive más, habiendo pasado más allá de la jurisdicción de la ley. Está en perfecta libertad de casarse con el resucitado Hijo de Dios.

No tan sólo el esclavo voluntario (6:22) sino ahora la desposada del Resucitado  Romanos 7: 4-6

Como antes en Romanos, Pablo hace la comparación entre el Crucificado y creyente unidos en tal muerte y resurrección, tanto Cristo como el creyente. La frase "así también" viene siendo la base de esta unión seis veces: 5:19, 21; 6:4, 5, 11; 7:4. "Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitado de los muertos, a fin de que  llevemos fruto para Dios" (7:4). Con este versículo Pablo introduce un  concepto totalmente nuevo de la vida cristiana. Nuestra  nueva relación no es un deber exigido bajo la ley sino un querer voluntario, un enamoramiento del Novio Divino.

Las implicaciones de este enamoramiento a base de nuestra unión mística

Muertos a la ley quiere decir verdaderamente: "Porque  yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir  para Dios. Con Cristo he sido co crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual  me amó  se entregó a sí mismo por mi (Gálatas 2: 19, 20).  La vida cristiana toma un viraje radical. No es nada más una cuestión de mí sino de él. Él viene siendo el objeto de mi corazón, la razón de mi existencia, el gozo sublime de mi espíritu.

Todo lo que suena de reglas y demandas, de ritos, de jactancia por mis años de servicio, los logros en el ministerio, los títulos,  la fama y la reputación suenan huecos y egoístas hasta la blasfemia. No cabe ningún lugar para el orgullo "espiritual". Todo gira alrededor de mi Novio Divino.

Juan el bautizador lo expresó elocuentemente: "el que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así, pues, este mi gozo está cumplido. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" (Juan 4:29, 30). Ésta es la verdadera humildad y el supremo gozo nuestro al contemplar el honor de estar casado con el Resucitado Hijo de Dios.

El ápice del matrimonio espiritual con Cristo

En tantas bodas cristianas se hace referencia a Efesios 5:21-33 donde Pablo pone la verdadera base de la unión conyugal.  Pero al final de cuentas el matrimonio cristiano, la unión de los dos hechos de una vez una sola cosa es una mera sombra de la realidad espiritual de la santificación. Claro el matrimonio puede ilustrar el papel del amor, el compañerismo, el apoyo mutuo y el gozo de llevar fruto en una familia creyente. Pero nuestra unión con Cristo en la santificación trasciende la sombra; es la sustancia del amor divino. En lo personal con los sesenta y un años de matrimonio feliz, mi esposa y tu servidor hemos gozado y seguimos gozando de aquella sombra. 

Pero parece que Pablo en Efesios 5 al hablar del matrimonio conyugal pierde su camino y habla de la sustancia de nuestra unión con Cristo como miembros de su Cuerpo. Habla de la sumisión de las casadas, pero la ennoblece comparándola a la Iglesia sumisa a Cristo, la Cabeza de la Iglesia (Efesios 5: 24).

 Cuando habla del privilegio y el deber del marido transciende todo lo que el hombre pudiera hacer. Nos lleva a otra altura: "Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que  fuese santa y sin mancha"(5:25-27).Vuelve a los deberes cotidianos ,pero no puede menos que terminar por decir: "Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia" (5:32). ¡Qué bendita  distracción! 

Ojala que captemos el raro privilegio de andar como los cónyuges espirituales de nuestro Novio Divino anticipando la Gran Cena de las Bodas del Cordero! ( Apocalipsis 19: 7-10).

El bendito ministerio del Espíritu Santo como la clave de victoria   Romanos 7: 5,6

Pablo llega a la encrucijada del tema de la santificación.  Hasta ahora ha presentado la verdad fundamental -  nuestra identificación con Cristo, muertos al pecado. Romanos 6: 6 es el nuevo punto de partida. Nuestra respuesta ha sido sencillamente creerla y actuar en base de esa muerte y resurrección (Romanos 6: 11-14). El problema de pecar ya tiene su solución desde el punto de vista de Dios. Nada más queda por hacer.

Pero la ley puede ser un obstáculo a causa de nuestro deseo innato de responder en hacer la lucha. Siempre la carne quiere poner su parte o sea la buena o la mala. Por eso Pablo recuerda al creyente: "Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran (provocadas) por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra."

Pablo introdujo la justificación con el primer "Pero ahora" en Romanos 3:21. En este segundo gran "Pero ahora" introduce al Espíritu Santo, la verdadera dinámica que provee la nueva motivación y el resultado. En breve es por el Espíritu Santo o no es nada. La ley provoca la maldad nuestra, niega la santidad, aumenta la frustración y por fin nos mata. El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; la palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (Juan  6:63).

Pero esto es la otra alternativa que da la victoria que Pablo describirá en Romanos 8 con unas veinte referencias claras al ministerio del Espíritu Santo, pero no sin primero habernos descrito su propia lucha que resultó en "¡Miserable de mí!  ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (7: 25)

Si volvemos a la mirada echada para atrás y para delante de Romanos 5: 1-5 recordamos las siete bendiciones de la justificación: 1.) paz con Dios, 2.) entrada por la fe en todo momento, 3.) firmeza en esta gracia, 4.) la seguridad de nuestra esperanza. Aun en medio de tantas bendiciones, 5.) nos sorprende porque nos regocijamos en las tribulaciones porque obran a favor nuestro dándonos "fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados" (Hebreos 12: 11). Pero  lo mejor todavía viene 6.) el amor de Dios derramado en nuestros  corazones, 7.) el Espíritu Santo que nos fue dado.  En ese ambiente Pablo empieza la trayectoria de la santificación. El Espíritu Santo es el único que reproduce en nosotros la vida de Cristo.

Lo incompatible de la ley y el Espíritu Santo

¿Por qué ha esperado Pablo tanto para poner en perspectiva el rol del Espíritu?  Pablo ha querido pone el fundamento firme y objetivo. A los corintios carnales Pablo había dicho: "De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales como a niños . . . Porque nadie puede poner otro fundamente que el que está puesto, el cual es Jesucristo" (1 Corintios 3: 1,11). Así describe la situación de los corintios. Sobre tal fundamento les tocaba sobreedificar. Les había dado una advertencia; "pero cada uno mire cómo sobreedifica" (3:10).

Pablo describe la vida cristiana en forma de un edificio construido poco a poco con materiales sobre el fundamento de Cristo crucificado. Pero los materiales son agudamente contrastados: oro, plata, piedras preciosas o, en cambio, madera, hoja,  hojarasca. Todo esto señala hacia el futuro, el tribunal de Cristo cuando seamos evaluados. "La obra de cada uno  se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada. Y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará" (3:13).

Los materiales que resistirán el fuego son las obras del Espíritu Santo respondiendo a nuestra fe y obediencia a la Palabra de Dios. Van a perdurar. "Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa" (3:14).

La madera, heno y hojarasca son las obras nuestras en la energía de la carne. Todo lo que procede del Primer Hombre, Adán, aun en nombre de Dios y ofrecido en años de servicio, Dios lo tendrá de rechazar. "Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego" (3:15).

Qué desilusión en aquel día  al reconocer tan tarde que Dios no acepta nunca lo mejor nuestro.  Ya lo juzgó en su Hijo en la cruz y sólo puede reconocer la obra de su Hijo a través del Espíritu Santo. Me hago la pregunta, ¿cuánto tendré yo después de 62 anos de ministerio en su nombre, pero hecho en parte para mi propio bien?  Dios nos guarde de las obras de la carne, aun hechas en su nombre con una motivación orgullosa.

 Pero hay otro factor por ser evaluado – nuestras relaciones entre los mismos hermanos. En la vida cristiana y en el trabajo de la iglesia, las relaciones tensas, los celos ministeriales, las rivalidades son una plaga muy fuerte. Paul se dirige directamente a tal problema y nos apunta hacia el tribunal de Cristo.

"Pero tú. ¿por qué  juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está; Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará  toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano" (Romanos 14: 1-14).

 Dios tendrá la última palabra en aquel día cuando hayamos de dar cuentas a quien nos salvó en gracia pero a quien nos hemos servido en la energía de la carne.  Ya la pronunció su rechazo: "Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios" (Romanos 8:7,8).

Pero el mensaje de Romanos 7:1-6 es bien positiva porque el Espíritu Santo hará la obra. En la porción que sigue (Romanos 7: 17-25), Pablo confronta la realidad de la inutilidad de los esfuerzos de la ley para vivir en victoria. Sin embargo después de esta desviación hallará la libertad por la iluminación del Espíritu Santo y la realidad de su muerte al pecado y a la ley. De ahí entrará en la plenitud del Espíritu Santo.

Tuyo en el Mensaje de la Cruz,

G. Ernesto Johnson